Alfonso Mata
Lo que enseñó la variante ómicron.
A este momento de lo que fue la pandemia, uno se siente familiar y seguro con los cambios del virus. Después de una cantidad récord de casos durante la primera generación de virus, la introducción y rápida propagación de la variante ómicron SARS-CoV-2 fue menos temerosa y los casos a la fecha han disminuido drásticamente en muchas áreas en todos los países, hablándose en ellos de focos endémicos. Pero las hospitalizaciones y muertes en muchas áreas siguen siendo altas y se espera que disminuyan, aunque los números aún se encuentran en rangos de «alta incidencia» (lo que significa para los expertos 100 o más casos por cada 100 000 habitantes).
El ascenso de ómicron fue explosivo y provocó el aumento de casos en nuestro país que aún perdura. Esta variante, después de ser identificada a fines de noviembre de 2021, se convirtió en la variante dominante en el 2022, reemplazando a la variante delta anterior que había estado circulando. Debido a que ómicron es mejor que las variantes anteriores para subvertir la inmunidad, ya sea por infecciones o vacunas anteriores, varias personas terminaron desarrollando COVID-19. Las cifras oficiales probablemente subestiman la cantidad de personas realmente infectadas, ya que las pruebas fueron nuevamente escasas y una cantidad considerable de pruebas se realizaron mediante pruebas rápidas en lugar de clínicas; No se sabe cuántas de estas pruebas rápidas positivas no se informaron.
Debido al impacto masivo del aumento de ómicron en todo el mundo, varias personas sugieren que estamos al final de la pandemia y que ómicron ha anunciado el comienzo de la «parte endémica» del brote. Algunos incluso sugieren que esto debería celebrarse y probablemente este fue un argumento del presidente Baiden para hacer una declaración de que la pandemia ha terminado y de la OMS también y del levantando y reducción de restricciones. Pero la ciencia aún debe responder dos preguntas ¿Es este realmente el caso? ¿Estamos siquiera cerca de terminar con la pandemia?
Es posible que ómicron no haya terminado por completo.
En primer lugar, la idea de que el aumento de ómicron es puede haber terminado es un poco prematura. Ya a mediados del 22, una subvariante de ómicron, denominada BA.2, se había identificado en más de 67 países que ya usaban las vacunas y a la fecha se ha vuelto una variante dominante en varios países. Los estudios muestran que BA.2 se propaga incluso más fácilmente que la variante ómicron original. Así que mientras haya focos de COVID-19, existe la posibilidad de olas de subvariantes”, y eso obliga a los sistemas de salud a mantener la cautela hasta que sepamos más sobre nuevas subvariantes y su propagación. Más allá de eso, según lo que se ha visto en los últimos dos años, parece razonable sospechar que, si COVID se comporta de alguna manera predecible, podrán darse olas de olas; este puede ser nuestro futuro en los próximos años: una serie de aumentos repentinos que, idealmente, se vuelven más pequeños y más predecibles con el tiempo. Un futuro que tal vez es posible y no grave, es en el que las personas aún se infecten a veces, pero en realidad no se enferman particularmente. Pero decir que este es el futuro que va a pasar es básicamente poner tu esperanza en que otros virus SARS-CoV-2, que aún no aparecen, no serán variantes que pueden ser más severas y/o inmune-evasivas de lo que ya hemos visto. Y lo que sí es una realidad es que muchas personas siguen teniendo un alto riesgo de infección grave por COVID-19.
Los niños vacunándose es otro aliciente para poner dificultad y pasará más de un año, antes de que los niños puedan vacunarse por completo, y eso suponiendo que las vacunas estén disponibles de inmediato y accesible para todos. Pero hay que estar claros, en estos momentos los niños que no pueden ser vacunados están lejos de ser el único grupo que sigue siendo vulnerable, y que como sociedad debemos están todos interconectados. Los niños que son elegibles para la vacuna, aún tienen tasas de aceptación bastante bajas en comparación con los adultos.
De los adultos vacunados, el consumo también varía según el grupo de edad y la ubicación. La mayoría de los adultos de 65 a más están vacunados, mucho menor la proporción de los entre 18 a 30 años y es posible que las personas inmunocomprometidas de cualquier grupo de edad, no estén completamente protegidas por la vacunación, lo que deja a muchas personas vulnerables a la infección. Simplemente hay un silenciamiento completo de las personas que siguen siendo vulnerables, y eso es millones de personas -nos informan infectólogos y epidemiólogos.
Endemia no significa problema resuelto
Es de esperarse entonces que en el mundo existan áreas que todavía enfrentan altas tasas de propagación local y entonces no se puede hablar aun de que el virus aún no es endémico, y no estamos seguros de qué sucederá cuando lo sea. Seguramente, a estas alturas, el virus debe haber infectado a suficientes personas como para que ya no tengamos que preocuparnos por eso, entusiasma a muchos, especialmente con la rápida propagación de ómicron. Tal vez no tan rápido podemos ir con esa esperanza.
Aclaremos un poco eso de endémico. En primer lugar, nos topamos con una definición de connotación matemática de endemia y es que, durante un largo período de tiempo, el número promedio de casos nuevos de cualquier individuo infectado sea uno. Esto indica que el organismo en cuestión se encuentra en un nivel estable a lo largo del tiempo en la población (aunque puede haber aumentos o disminuciones ocasionales, por ejemplo, debido a efectos estacionales en la transmisión). Esto está cerca de la definición más descriptiva.
Entonces aclaremos otro elemento que puede intervenir en el lenguaje coloquial que se le puede dar al termino; endémico no significa leve o inofensivo, que es como las figuras públicas y varios medios de comunicación a veces lo usan de manera inapropiada. Con ómicron, la historia desde el principio ha sido que es «más suave» que la variante delta que vino antes, pero los investigadores han discutido lo difícil que es descubrir la verdadera virulencia. Con ómicron, más personas tenían algún nivel de inmunidad debido a la infección o la vacunación que el que estaba presente al comienzo de la oleada delta, pero la inmunidad robusta pudo haber disminuido para muchos. Es posible que la inmunidad los haya protegido de resultados más graves (hospitalización o muerte) aunque tal vez no contra una infección directa, lo que hace que omicron parezca menos mortal debido a la inmunidad en la población en lugar de ser una propiedad intrínseca de la variante.
Incluso si ómicron realmente es más leve, todavía está causando miles de muertes todos los días. Entonces se debe tener claridad. En Guatemala como el resto del mundo, hay tantas enfermedades que son endémicas y por las que mucha gente muere, lo cual es absolutamente horrible, incluye patógenos como la tuberculosis, la malaria y las enfermedades diarreicas; infecciones de transmisión sexual que pueden causar enfermedades graves y posibles resultados a largo plazo, incluida la infertilidad. Por consiguiente, el estado endémico no es algo para celebrar; es una afirmación de que nos ocuparemos de este virus en el futuro previsible.
No vale eso de que si no lo sabes entonces no existe
Todo apunta a pensar que no es probable que ómicron sea la última variante que veamos, independientemente de cuántos infecte. Hay un principio claro en todo esto: Cada infección por COVID es una posibilidad de que surja una nueva variante, por lo que mantener todas las infecciones en todas partes lo más bajas posible es nuestra mejor apuesta para prevenir nuevas variantes. Incluso el ómicron «suave» inundó los hospitales. Si no controlamos las variantes, también podría suceder que obtengamos una que evade por completo nuestras vacunas y las hace sin sentido, y es más transmisible que ómicron y más grave que delta. Ese es el peor de los casos hipotéticos.
¿Qué debemos hacer?
Los epidemiólogos sugieren que necesitamos un objetivo nacional para el conteo de casos, las intervenciones y el control de COVID-19 de manera más amplia. No hay una meta nacional al respecto y nuestro sistema nacional de salud sigue funcionando tambaleándose de una crisis a otra. Sin una meta, no podemos hacer planes.
Finalmente, una cosa básica, ética y justa: proteger a los trabajadores, especialmente a los más vulnerables, a través de las políticas de la Administración de Salud y Seguridad Ocupacional; mejorar la equidad mundial en materia de vacunas; y hacer que sean lo más accesibles posible a todos.