¿Se puede erradicar el COVID-19? Foto La Hora: Cortesía.

 

Alfonso Mata

Hay dos opiniones al respecto. Los defensores de la posibilidad de erradicarla citan que es una necesidad debido a los altos costos del virus SARS-CoV-2 endémico, tanto en términos de salud como de un problema económico continuo. Hasta la fecha, los economistas (en Guatemala no se ha realizado) en Estados Unidos han estimado que las infecciones por COVID-19 le costarían $1.4 billones hasta el 2030. Y en el mundo, incluso con las vacunas, el COVID-19 seguirá siendo extremadamente costoso en los próximos años pues su control exige múltiples frentes.

Es cierto que una vez que se erradica un germen patógeno, las medidas de mitigación pueden reducirse o eliminarse. El caso de la viruela es muy claro ejemplo; ya no se vacuna al público en general contra la viruela (aunque algunos países tengan un programa militar de vacunación contra la viruela, debido al potencial de bioterrorismo). Varios centros de investigación, incluso dentro de la misma OMS, sus informes han sugerido que no se debe descartar la erradicación del SARS-CoV-2, y que hacerlo es un desafío tan grande como lo fue la erradicación de la poliomielitis.

Pero muchos no están de acuerdo con ese enfoque, argumentando que la epidemiología del virus hace que la erradicación sea poco probable. A su vez sostienen que, en lo económico, invertir en una campaña para hacerlo, sería un mal uso de los recursos limitados, y el fracaso de una campaña de erradicación de alto perfil, podría dificultar otros niveles de control.

Pero en medio de ese debate, hay que tener claros tres conceptos: erradicación, extinción y eliminación de un virus. La erradicación significa que el virus se extingue por completo en la naturaleza. De hecho, el hombre ha logrado eso con la viruela en humanos y la peste bovina en animales. La extinción va más allá de la erradicación, ya que muchos de los virus como el de la viruela, permanece en laboratorios. La palabra extinción debe entenderse que incluye no solo la extinción natural, sino también la destrucción de cualquier muestra que exista en los laboratorios del mundo. Como dijimos arriba, eso no ha sucedido con ningún patógeno, por razones que son principalmente militares y políticas más que científicas: sobre todo, la desconfianza mutua entre países es una clara observación al respecto.

La erradicación a veces se confunde con la eliminación. Mientras que la erradicación se refiere al exterminio global del virus (excepto en los laboratorios), la eliminación se refiere a una forma de control más limitada, donde las nuevas infecciones dentro de países particulares se reducen a cero. En algunos países se ha hecho eso con otros virus como los que causan el sarampión, la rubéola y la poliomielitis. Se dirá que en todo país hay y puede haber brotes esporádicos de esos virus, lo cierto es que en muchos países que las han eliminado, los casos originales de cada brote, provienen por lo general de fuera del país, generalmente un viajero que se infectó en el extranjero, donde el sarampión sigue siendo endémico y al regresar a su país contamina y esa contaminación, resulta ser principalmente entre los no vacunados.

 

Entonces la pregunta a contestar para los que defienden la postura de que el extermino es imposible, es: ¿Qué hace que el COVID-19 sea tan resistente a la erradicación?

Muchos microbiólogos e infectólogos afirman que, un virus candidato para la erradicación, normalmente debe poseer tres cualidades: una intervención eficaz que pueda detener la transmisión, herramientas de diagnóstico fácilmente disponibles, que puedan detectar rápidamente la infección y la ausencia de la enfermedad entre los animales no humanos. En estos momentos SARS-COV-2 aun falla en los tres aspectos.

Un problema para la intervención eficaz es que aproximadamente el 35% de las infecciones por COVID-19 son asintomáticas. Eso complica el control de la propagación y el diagnóstico. Por cada caso sintomático, es casi seguro que han ocurrido muchas otras infecciones que pasaron desapercibidas. Para encontrarlos, necesitaríamos desarrollar extensos programas de vigilancia (como se ha hecho en la campaña para erradicar la poliomielitis), examinando casos humanos y muestras de otro tipo, para determinar si el virus está circulando en una comunidad. Es difícil interrumpir la transmisión, si ni siquiera se sabe que la enfermedad está ahí incluso, para los casos sintomáticos, se suele decir que el diagnóstico es complicado para cualquier profesional de la salud. A diferencia de la viruela, que tenía síntomas muy distintos, que podrían distinguirla fácilmente de otros virus que causan erupciones, el COVID-19 causa síntomas que pueden ser similares en presentación a los de la influenza y otros virus respiratorios, lo que significa que es necesario realizar pruebas rápidas, precisas, generalizadas y asequibles, fundamental para confirmar los casos.

Finalmente, al analizar el tercer criterio de erradicación, nos encontramos con que la COVID-19 circula actualmente entre múltiples especies de animales además de los humanos, sin un final a la vista. La viruela, el sarampión y la poliomielitis, son causados por virus específicos de humanos; no infectan a otros animales, por lo que son objetivos más fáciles de erradicar. El SARS-CoV-2, por el contrario, es un patógeno zoonótico, que se originó a partir de una especie aún desconocida, probablemente un murciélago. Esto significa que ya existe un reservorio no humano del virus en la naturaleza. Tras su propagación a los humanos, los investigadores han identificado el SARS-CoV-2 en muchas otras especies animales, incluidos hurones, nutrias, venados de cola blanca, gorilas, visones y más. Estas infecciones animales complican los esfuerzos de erradicación, porque siempre habrá fuentes del virus que podrían reintroducirlo en los humanos.

La transmisión de animal a humano de SARS-CoV-2 puede ser poco frecuente (aunque ya se ha documentado la transmisión de visón a humano), pero solo se necesita un evento, para que el virus regrese a un área donde ha sido eliminado. Cada nueva cadena de transmisión debe detenerse si la erradicación o eliminación es el objetivo a largo plazo.

Bueno, es evidente que la cosa no resulta tan fácil como para hablar en estos momentos de un plazo para la erradicación del virus de la COVID-19. Así que debemos continuar poniendo atención a su control y saber que va para largo el manejo adecuado de esta enfermedad. Si bien la COVID-19 se ha ido convirtiendo en una amenaza menos grave para la población sana, los expertos advierten que no se prevé un futuro próximo sin coronavirus, incluso con una vacuna.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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