MANAGUA
Agencia AP
Doña Isabel López deja atrás la sala del hospital, saluda a sus hijos que la esperan afuera y se persigna mirando al cielo. «Esperé todo un año este día, estoy feliz», dice emocionada tras recibir la primera dosis de la vacuna contra el COVID-19 en Nicaragua.
La mujer, una excontadora de 65 años y dueña de un gimnasio en la zona sur de Managua, llegó a vacunarse el jueves como parte de la campaña de inmunización que el gobierno nicaragüense inició el pasado 2 de marzo y amplió esta semana a los adultos mayores.
El hospital Bertha Calderón, especializado en la atención a mujeres, es uno de los centros asistenciales públicos de la capital, destinados a esta etapa de la vacunación. Doña Isabel y su esposo, también jubilado, acudieron al lugar donde ya en la mañana aguardaban más de 100 personas.
Muchos llegan en sillas de ruedas, con andariveles o auxiliados por familiares. A ellos, un equipo de enfermeras les dan prioridad entre el grupo que espera. Los demás deben aguardar bajo grandes toldos de lona, protegidos del despiadado sol nicaragüense.
La vacunación se realiza en el auditorio central de este hospital, donde como en todos los edificios públicos ondean banderas del gobernante Frente Sandinista, el partido que llevó al poder en 2007 al excomandante Daniel Ortega, quien buscaría su tercera reelección en noviembre próximo, a punto de cumplir 76 años.
«Hemos tenido una buena respuesta. El lunes pasado empezamos con los adultos mayores y estamos vacunando entre 600 y 700 personas por día, en turnos de hasta 10 horas continuas», dice a la AP una enfermera que actúa como la jefa del equipo de salud.
Quienes llegan a vacunarse presentan su cédula de identidad y deben firmar un documento en el cual se dice: «acepto voluntariamente» la aplicación de la vacuna y «eximo al gobierno de Nicaragua y al Ministerio de Salud de toda responsabilidad ante eventos relacionados con ello».
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) desalentó recientemente la firma de ese tipo de «consentimientos» y aclaró que su uso «no es parte de las recomendaciones» del organismo sanitario.
Las personas que serán vacunadas entran al auditorio de forma ordenada, de cinco en cinco, donde los reciben pacientes enfermeras que les «presentan» la vacuna, recién salida de hieleras de telgopor marcadas con el rótulo «Covishield», el vial de AstraZeneca fabricado en India.
Después del pinchazo, los vacunados permanecen media hora sentados y «bajo observación» médica, ante eventuales reacciones. Se les recomienda beber mucha agua y se les explica que dentro de ocho semanas deberán volver por la segunda dosis.
Nicaragua recibió en febrero entre 5.000 y 7.000 vacunas rusas Sputnik V —no existe un dato oficial exacto de la cantidad— y casi medio millón de vacunas Covishield fabricadas en India, de las cuales 135.000 llegaron mediante el mecanismo Covax de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La vacuna Covishield es la que se está aplicando actualmente y, según el gobierno, Nicaragua recibirá en total dos millones de dosis vía Covax, que servirán para inmunizar a un millón de personas (20% de la población).
«Estamos comenzando esta etapa fuerte, en la que vamos a aplicar 167.500 primeras dosis de la vacuna Covishield», declaró este jueves la ministra de Salud, Martha Reyes, a la televisión estatal.
El gobierno de Nicaragua ha sido criticado por la OMS por no aplicar cuarentenas ni suspender las clases frente a la pandemia. Por el contrario, el régimen sandinista ha promovido desde 2020 la aglomeración de personas en eventos deportivos, religiosos y políticos.
Esta semana, el gobierno elevó a 179 la cifra de fallecidos por COVID-19 y a 6.747 los casos confirmados de coronavirus en el país desde que la pandemia apareció en marzo de 2020. Sin embargo, estos datos son muy inferiores a los que presenta el grupo Observatorio Ciudadano, red de activistas y médicos independientes, que registra un acumulado de 3.014 decesos y 13.312 casos sospechosos de la enfermedad.