Por MIKE STOBBE y MARION RENAULT
Agencia AP
A pesar de su sistema médico de alto nivel y los prestigiosos Centros de Control y Prevención de Enfermedades, Estados Unidos quedó atrás en la carrera para detectar mutaciones peligrosas del coronavirus. Y apenas ahora empieza a ponerse a la par de los demás.
El problema no es escasez de tecnología o conocimiento. Los científicos lo atribuyen a la falta de liderazgo y coordinación nacional, a los que se suman la falta de fondos e insumos para unos laboratorios sobrecargados que tratan de combinar las pruebas diagnósticas con la búsqueda de alteraciones genéticas.
“Tenemos los cerebros. Tenemos las herramientas. Tenemos los instrumentos”, dijo Ilhem Messaoudi, director de un centro de investigaciones en la Universidad de California, Irvine. “Solo se trata de apoyar ese esfuerzo”.
Los virus mutan constantemente. Para anticiparse a la amenaza, los científicos analizan muestras en busca de mutaciones que puedan volver al coronavirus más infeccioso o letal.
Pero esas pruebas han sido dispersas.
Se secuencia menos del 1% de las muestras positivas en Estados Unidos para determinar si presentan mutaciones preocupantes. En comparación, Gran Bretaña secuencia el 10%, lo cual les permite descubrir más rápidamente las nuevas amenazas. Esto les da una mayor oportunidad de frenar o detener el problema, sea mediante un mayor rastreo de contactos, posibles ajustes de la vacuna o advertencias al público.
Funcionarios del CDC dicen que los picos recientes en los casos en Estados Unidos no se deben a variantes. Pero los expertos temen que no esté claro lo que sucede con las variantes y dicen que el país debió de ser más agresivo en la secuenciación en el inicio de una pandemia que ha matado a más de 450.000 personas.
“Si hubiéramos tenido pruebas de los cambios, tal vez la gente hubiese actuado de otra manera”, dijo el biólogo molecular Dan Jones, de la Universidad Ohio State.