Por LISA MASCARO y MARY CLARE JALONICK/AP
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está a punto de ser acusado en un juicio político por segunda vez en su mandato. La Cámara de Representantes planea una votación sin precedentes una semana después de que el mandatario alentase a una turba de leales seguidores a «luchar» contra los resultados de las elecciones y el Capitolio se convirtiese en el escenario de una letal insurrección.
Aunque su primer juicio político el año pasado no logró apoyos republicanos en la cámara baja, un pequeño pero significativo número de líderes y otros legisladores están apartándose de su partido para unirse a los demócratas el miércoles, deseosos de no poner a la decencia y la democracia estadounidenses en más riesgos a pesar de que al mandato de Trump le quedan apenas unos días.
La sorprendente caída de Trump en sus últimos días en la Casa Blanca y las alarmantes advertencias de posibles actos violentos por parte de sus seguidores, dejan a la nación en una coyuntura incómoda y desconocida antes de que el demócrata Joe Biden asuma la presidencia el 20 de enero.
«Si invitar a una turba a la insurrección contra su propio gobierno no es un acto juzgable, ¿qué lo es?», dijo Jamie Raskin, representante demócrata por Maryland, que redactó los artículos del juicio político.
Trump, que se convertiría en el único presidente estadounidense que pasa por este proceso dos veces, enfrenta un único cargo de «incitación a la insurrección».
La resolución de juicio político, de cuatro páginas, se basa en la propia retórica incendiaria del mandatario y en las falsedades que difundió sobre la victoria de Biden en las presidenciales, incluyendo en una manifestación en la Casa Blanca en el mismo día del ataque al Capitolio el 6 de enero, para armar un caso por delitos graves y faltas como exige la Constitución.
Enfrentando su posible lugar en la historia, Trump advirtió a los legisladores que desistiesen e insinuó que era el intento de destitución, y no sus acciones en torno a los sangrientos disturbios, lo que dividía al país.
«Continuar por este camino, creo que causa tremendo peligro para nuestro país y causa tremenda ira», dijo Trump el martes, en sus primeras declaraciones a la prensa desde los hechos violentos de la semana pasada.
Un agente de la policía del Capitolio perdió la vida por las heridas sufridas en los disturbios, y la policía baleó y mató a una mujer durante el asalto. Otras tres personas fallecieron por lo que las autoridades calificaron de emergencias médicas. Los legisladores tuvieron que esconderse mientras los asaltantes se hacían con el control del Capitolio y demoraban en varias horas el último paso para confirmar el triunfo de Biden.
El presidente saliente no ofreció sus condolencias por los muertos y heridos, y solo dijo «No quiero violencia».
Al menos cinco legisladores republicanos, incluyendo a la tercera en la jerarquía del partido en la Cámara de Representantes, Liz Cheney, de Wyoming, no se dejaron convencer por la lógica del presidente y anunciaron que votarían a favor del juicio político, dividiendo al liderazgo republicano y al partido en sí.
«El presidente de Estados Unidos convocó a esta turba, reunió a la multitud y encendió la llama de este ataque», afirmó Cheney en un comunicado. «Nunca ha habido una traición mayor por parte de un presidente de Estados Unidos a su cargo y a su juramento a la Constitución.»
Al contrario que hace un año, Trump se enfrenta al proceso de destitución como un líder débil, tras perder la reelección y la mayoría republicana en el Senado.
Se dice que el líder de los republicanos en la cámara alta, Mitch McConnell, de Kentucky, está enojado con Trump y no está claro cómo se desarrollaría el proceso en el Senado. En la Cámara de Representantes, el líder de la formación, Kevin McCarthy, de California y un destacado aliado de Trump, trató de proponer una censura más leve, pero esa opción fracasó.