Por JORGE RUEDA y ARIANA CUBILLOS
CARACAS
Agencia (AP)

Las donaciones de juguetes, alimentos y ropa durante las festividades navideñas son tradicionales en Venezuela. Pero nunca como ahora la caridad ha sido tan esencial para que muchas familias, incluso las que cuentan con un empleo, puedan poner en la mesa algo de comida, dar un regalo y vestir a sus seres queridos.

A diferencia de antaño, el bono legal y obligatorio de fin de año -que solía ser el motor financiero de las familias en diciembre- es por lejos es insuficiente. Esa bonificación, conocida en Venezuela como aguinaldo, solía anunciar que se aproximaba una próspera y feliz Navidad, pero ya no.

«Para mí ya no hay Navidad porque sabes, es triste que tú trabajas todo un año», esperas con ilusión el bono para «poderle comprar algo a tus hijos» pero «lamentablemente no puedes comprar nada», dijo a The Associated Press Marlei López, una enfermera de 41 años. El salario de López tampoco le permite cubrir sus necesidades básicas.

De acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, uno de cada tres venezolanos tiene dificultades para poner sobre la mesa suficientes nutrientes debido a la severa contracción económica y la larga crisis política. La mayoría de los venezolanos tienen un salario de menos de dos dólares al mes.

«Yo cobré ayer de aguinaldo 3.190.000 (bolívares, unos 2,38 dólares) y con ese monto apenas pude comprar un kilo de harina de maíz y unos cuantos gramos de mantequilla para poderle dar a mis hijos la cena», resaltó López, quien agradeció que sus hijos al menos reciben un almuerzo «decente» en un comedor benéfico en la barriada pobre de La Vega de Caracas, donde en sus horas libres ayuda a preparar alimentos que se reparten gratuitamente cinco días a la semana a cerca de 100 niños.

Las mujeres, los niños y los ancianos figuran entre los más afectados por la crisis y cada vez es más urgente que otros venezolanos se sumen para ayudar a los menos afortunados.

«Este año especialmente estamos muy necesitados de la solidaridad de los vecinos, de todos los parroquianos que asisten a esta iglesia para entregar el alimento necesario y los juguetes que requieren los niños», dijo Ángeles Lopez, de 61 años, organizadora de la Olla Solidaria que en los predios de la Iglesia Chiquinquira de Caracas entregó el sábado comida y regalos para los niños.

La inflación en Venezuela -que cursa su sexto año en recesión y cuyo Producto Interno Bruto se espera que caiga 25% en 2020- cerró noviembre en 4.000% respecto del mismo mes del año pasado, según cifras de la Asamblea Nacional, controlada por la oposición. El Banco Central de Venezuela acostumbra a reportar los datos oficiales con demoras e incompletos.

«Nos motivó mantener esta obra la necesidad tan grande que existe, desde hace tanto tiempo, con las familias hurgando en la basura para conseguir alimento», acotó López. Comprar ropa y zapatos también es un lujo para muchos. «Este año la necesidad también es sumamente grande de ropa».

«En este tiempo cada día es más urgente que todos seamos caritativos, misericordiosos… porque la gente está muy necesitada» insistió.

La mayoría de los venezolanos, sobre todo los de clase obrera, consideran que la preparación del tradicional plato navideño llamado hallaca -un pastel de harina de maíz relleno de un guiso- está amenazada.

Debido a que los precios se fijan de acuerdo con su costo en dólares y existe una constante devaluación de la moneda local e hiperinflación, los productos básicos experimentan sucesivos saltos, en particular los alimentos.

Se estima que muchas familias tendrán dificultades para costear una hallaca o no podrán comprar todos sus ingredientes, entre los que se incluyen harina de maíz, aceite, hojas de plátano, aceitunas, cebollas, ajíes, alcaparras, uvas secas y carne de res, cerdo y pollo, entre otros.

Entre los ingredientes más costosos, sin contar la carne, figuran la cebolla, que costaba 6.500 bolívares (0,41 centavos de dólar) en 2017, cuando el salario mínimo era 32 dólares al mes. Ahora, con un salario mínimo que equivale a menos de un dólar, el costo de la cebolla supera los 2,69 millones de bolívares o 2,81 dólares.

«La gente no tiene cómo costearla», dijo Rosa Montilla, una enfermera jubilada de 66 años, mientras calentaba hallacas en un comedor comunitario donde una organización no gubernamental brinda almuerzos navideños para los niños.

«Nosotros cocinamos aquí de lunes a viernes para todos esos niños… Si esos niños no tuvieran ese comedor, imagínate tú qué iban a hacer sus padres».

Montilla también atraviesa una situación difícil. Pese a contar con una pensión propia del Seguro Social y otra como sobreviviente de su esposo fallecido, ambas suman cerca de un dólar.

El presidente Nicolás Maduro ha dicho que por intermedio de los programas sociales el gobierno garantiza a «precios justos» la disponibilidad de los ingredientes de la hallaca y el pernil de cerdo -los platillos tradicionales de la mesa navideña-. Pero como ha ocurrido otros años, muchos temen que ese ofrecimiento se sume al cúmulo de promesas incumplidas del mandatario.

El año pasado hubo protestas en algunas barriadas por las fallas en la distribución y el hecho de que en vez de la pierna trasera prometida se entregaran pequeñas porciones de cortes menos preciados.

En medio de este panorama sombrío varios hombres, sin mayor recompensa que la sonrisa de un niño, recorren la capital venezolana vestidos como Santa Claus en un intento por ofrecer un momento de alegría.

«He estado rodando por toda Caracas», dijo Antonio Prieto, un triatleta de 60 años, quien desde hace 40 años recorre en bicicleta la ciudad semanas antes de Navidad con su traje rojo y una larga barba blanca.

«Voy paseando, voy saludando a los niños, les voy viendo las caras de alegría a los niños y para mí esa es una satisfacción», enfatizó.

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