MADRID
Agencia DPA/Europa Press

El coronavirus está avanzado desde las grandes ciudades de Brasil hacia zonas más deprimidas donde no hay unidades de cuidados intensivos o agua potable, por lo que podría tener un impacto aún más devastador en el que es ya el primer país de América Latina y el segundo del mundo más castigado por la pandemia.

Uno de los territorios vulnerables que ahora se ven amenazados por la COVID-19 es el estado de Maranhao, donde el 20 por ciento de la población vive en la extrema pobreza y la mayoría de los trabajadores opera en la economía informal.

«Hay lugares donde la gente no tiene agua y jabón para lavarse las manos. ¿Cómo podemos hablarles de llevar mascarillas y de enseñarles a toser y estornudar?», ha dicho el responsable estatal de Salud, Carlos Lula, en una entrevista concedida a la agencia de noticias Bloomberg.

Lula también ha alertado de que en Maranhao solo hay 388 camas de UCI, 230 de las cuales están en la capital. Una cantidad insuficiente si se tiene en cuenta que en un solo día se han llegado a registrar 916 nuevos positivos, 200 de ellos en la capital.

En Ceará, uno de los estados más pobres de Brasil, ya hay casi el mismo número de casos de coronavirus que en Río de Janeiro con la mitad de población, mientras que en Pernambuco, donde hasta el gobernador ha enfermado de COVID-19, la media de muertes diarias se ha duplicado hasta 90.

MUERTES EN CASA

Manaos, la capital del estado de Amazonas, se ha convertido trágicamente en la imagen del coronavirus en Brasil. Las fotografías de las fosas comunes preparadas para las víctimas mortales de la COVID-19 han dado la vuelta al mundo.

Manaos, con dos millones de habitantes, fue una de las primeras ciudades donde los hospitales se saturaron. Muchos pacientes no llegaron a los hospitales y otros directamente lo han descartado, por lo que han aumentado las muertes en casas.

La capital es la única ciudad de Amazonas que tiene unidades de cuidados intensivos, por lo que las autoridades regionales temen que, si el virus continúa su propagación, el sistema sanitario podría colapsar.

En este contexto, el alcalde, Arthur Virgilio Neto, ha lamentado que el presidente del país, Jair Bolsonaro, haya subestimado la pandemia, saltándose incluso las normas de distanciamiento social recomendadas por su Gobierno.

«Aquí no solo tenemos que luchar contra el virus, sino contra el presidente», ha dicho Neto, que no duda en calificar al líder ultraderechista de «cómplice» de las más de 363.000 víctimas del coronavirus, entre ellas más de 22.600 mortales.

CIERRE ABSOLUTO

Así las cosas, un comité científico creado por los estados del noreste de Brasil ha recomendado un confinamiento total a siete ciudades para evitar que el sistema sanitario se derrumbe por el aluvión de casos, no solo de coronavirus, ya que también preocupa el repunte del dengue.

Ciudades como Belem o Sao Luis ya han adoptado medidas drásticas, pero la falta de directrices a nivel nacional han dejado las decisiones en manos de los gobernadores y alcaldes.

En el noreste, precisamente, han empezado a recibir datos alentadores. En Bahía, los casos diarios crecen a un seis por ciento, la mitad que antes, pese a lo cual está costando reducir el ratio porque el coronavirus está llegando a zonas pobres, ha indicado el jefe de salud del estado, Fabio Vilas-Boas.

En Sao Paulo, el estado más rico del país y epicentro de la crisis sanitaria, la enfermedad también se ha extendido más allá de la capital. En abril, los casos registrados fuera de la ciudad de Sao Paulo eran hasta tres y cuatro veces mayores que en ella y durante este mes han seguido subiendo, según datos oficiales.

«Desafortunadamente, los números están confirmando lo que hemos estado diciendo desde marzo (…). Ahora estamos viendo una aceleración en el interior y en la costa», dijo el secretario estatal para desarrollo regional, Marco Vignoli, en una rueda de prensa la semana pasada.

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