MADRID
Agencia DPA/Europa Press

El doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha tenido que reconocer, en el discurso de apertura de la 73ª Asamblea Mundial de la Salud, que «a pesar de todo el poder económico, militar y tecnológico de las naciones, este pequeño microbio nos ha humillado».

«Hace seis meses, habría sido inconcebible para la mayoría que las ciudades más grandes del mundo se quedaran extrañamente silenciosas; que las tiendas, restaurantes, escuelas y lugares de trabajo estarían cerrados; ese viaje global se estancaría; que simplemente darse la mano podría poner en peligro la vida», se ha lamentado en un emotivo discurso.

«Este es un enemigo peligroso, con una combinación peligrosa de características: este virus es eficiente, rápido y fatal. Puede operar en la oscuridad, extenderse en silencio si no estamos prestando atención, y de repente explotar si no estamos listos. Y se mueve como un incendio forestal. Hemos visto el mismo patrón repetido en ciudades y países de todo el mundo», ha señalado Tedros ante jefes de Estado, de Gobierno y ministros, representantes de los 194 países de la OMS.

«Cada país y cada organización deben examinar su respuesta y aprender de su experiencia», les ha señalado, al tiempo que, más tarde, les recordaba que «el mundo ya no puede permitirse la amnesia a corto plazo que ha caracterizado su respuesta a la seguridad sanitaria durante demasiado tiempo».

«Ha llegado el momento de unir los hilos dispares de la seguridad sanitaria mundial en una cadena irrompible: un marco integral para la preparación ante epidemias y pandemias. (…) Hoy pido a todas las naciones que resuelvan que harán todo lo necesario para garantizar que la pandemia de coronavirus 2020 nunca se repita», ha pedido.

Más de 4 millones y medio de casos de COVID-19 ya han sido reportados a la OMS, y más de 300.000 personas fallecidas le han llevado a decir que este virus debe ser «tratado con el respeto y la atención que merece», sobre todo porque estos números, ha añadido, «ni siquiera comienzan a contar la historia de esta pandemia».

«Cada pérdida de vidas deja una cicatriz en las familias, comunidades y naciones. Los impactos en la salud de la pandemia se extienden mucho más allá de la enfermedad y la muerte causadas por el virus en sí», ha señalado. Y es que, la interrupción de los sistemas de salud por culpa de la asistencia al Covid-19, «amenaza con deshacer décadas de progreso» contra la mortalidad materna e infantil, el VIH, la malaria, la tuberculosis, las enfermedades no transmisibles, la salud mental, la poliomielitis y muchas otras enfermedades que merecen una atención urgente.

Además, ha proseguido, cientos de millones de personas han perdido sus empleos, dando paso al «miedo y la incertidumbre» ante una «economía global que se dirige hacia su contracción más aguda desde la Gran Depresión»; «la ciencia ha sido aclamada y despreciada», en un entorno de «sospecha»; y todos los países se han enfrentado desafíos para enfrentar este virus, «ricos y pobres, grandes y pequeños».

LA SALUD NO ES UN COSTO; ES UNA INVERSIÓN

«La salud no es un costo; Es una inversión», ha recordado como un mantra, y es que la pandemia ha demostrado que «la cobertura universal de salud juega un papel importante en la respuesta al COVID-19 en muchos países», y que «una vida sana significa menos muertes».

A su juicio, «el COVID-19 no es solo una emergencia de salud global, es una demostración vívida del hecho de que no hay seguridad de salud sin sistemas de salud resistentes, o sin abordar los determinantes sociales, económicos, comerciales y ambientales de la salud».

«Más que nunca, la pandemia ilustra por qué invertir en salud debe estar en el centro del desarrollo», ha repetido en un par de ocasiones ante un aforo medio vacío en uno de los salones de la sede que tiene en Ginebra, donde se celebra por vía telemática, hasta el 28 de mayo, la primera Asamblea Mundial de la Salud centrada no tanto en la salud como en el papel que hasta ahora ha tenido la OMS en su defensa de la salud.

«Estamos aprendiendo por las malas que la salud no es un lujo; Es una necesidad. Es una necesidad. La salud no es una recompensa para el desarrollo; Es un requisito previo. La salud no es un costo; Es una inversión. La salud es un camino hacia la seguridad, la prosperidad y la paz», ha añadido.

PIDE PRECAUCIÓN EN LA DESESCALADA

El director general del organismo entiende que en este momento algunos países estén evaluando cómo aliviar las restricciones, «que han tenido un costo social y económico tan pesado», sin embargo ha vuelto a pedir «precaución» a la hora de reducir las medidas.

«Los países que se mueven demasiado rápido, sin establecer la arquitectura de salud pública para detectar y suprimir la transmisión, corren un riesgo real de perjudicar su propia recuperación», ha añadido.

Los datos de inmunidad avalan sus palabras ya que, como ha señalado en su discurso, la proporción de la población con anticuerpos no es más del 20 por ciento de media mundial, y en la mayoría de los países es menos del 10 por ciento. «En otras palabras: la mayoría de la población mundial sigue siendo susceptible a este virus», ha advertido.

Para continuar en el camino de para prevención, y teniendo en cuenta que «no hay una sola acción que haya marcado la diferencia», ha recordado que es básico que se dé una respuesta de todo el gobierno y de toda la sociedad, «que involucre y capacite a las personas y las comunidades para mantenerse a sí mismas y a los demás a salvo»; el compromiso y la capacidad de encontrar, aislar, probar y atender cada caso, y rastrear y poner en cuarentena cada contacto; y que se produzca una atención especial a grupos vulnerables como personas que viven en hogares de ancianos, campamentos de refugiados, cárceles y centros de detención.

«No hay bala de plata. No hay una solución simple. No hay panacea. No existe un enfoque único para todos. Se necesita trabajo duro, fidelidad a la ciencia, aprendizaje y adaptación a medida que avanza, y decisiones difíciles, por supuesto», ha señalado.

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