Por MELINDA DESLATTE y JEFFREY COLLINS
Agencia AP
Los gobernadores de 17 estados se han comprometido a coordinar la reapertura de sus economías durante el brote de coronavirus. Pero ninguno de ellos está en el sur, donde los líderes estatales van por libre, como hicieron a la hora de introducir las restricciones.
Las cuestiones sobre cuándo y cómo suavizar las medidas contra el virus están cada vez más politizadas, y los gobernadores del sur se han resistido a mostrar cualquier atisbo de sincronización, enviando en su lugar el mensaje de que cada estado debe tomar su propia decisión.
El gobernador de Georgia, Brian Kemp, tenía previsto que muchos de los negocios de su estado volvieran a funcionar a partir del viernes. El gobernador de Tennessee, el también republicano Bill Lee, anunció que la mayoría de las empresas empezarían a reanudar su actividad a partir de la próxima semana.
Otros líderes republicanos tomaron medidas más moderadas, como reabrir las playas. En Luisiana, un foco de infección del virus, el gobernador, John Bel Edwards, también tomó un rumbo más prudente y anunció que primero permitiría que algunos procedimientos médicos no urgentes se reanudaran la semana próxima.
Pero nadie quiere coordinarse. Edwards, por ejemplo, señaló que los estados vecinos tenían brotes menos expansivos. Incluso cuando varios gobernadores republicanos hablaron por teléfono sobre sus planes de reapertura, insistieron en que no estaban trabajando en sincronía, y dejaron fuera de la conversación a sus homólogos demócratas de la región.
«Intentamos mantener, cuando podemos, nuestro destino en nuestras propias manos», dijo Kemp.
Por ahora ha sido uno de los mandatarios más agresivos de la región, permitiendo la reapertura el viernes de gimnasios, boleras, estudios de tatuajes y otros establecimientos. Los restaurantes pueden volver a servir comidas en sus locales y los cines pueden reabrir desde el lunes.
Estas medidas van contra las recomendaciones de muchos expertos, y han causado preocupación entre muchos empresarios.
La falta de coordinación regional también plantea el temor a que el levantamiento de las medidas en un estado -especialmente cuando se están haciendo pocas pruebas del virus- pueda llevar a un aumento de los casos en otro. Pero alcanzar un acuerdo sería difícil en una región con estrategias tan dispares.
La situación contrasta con los esfuerzos de coordinación en otros lugares. Los estados de California, Oregon y Washington acordaron sincronizar el inicio del levantamiento de sus órdenes de confinamiento. Siete estados en el nordeste del país han hecho lo mismo, al igual que siete gobernadores del centro norte de Estados Unidos. En esas dos últimas regiones participan gobernadores de los dos partidos.
En el sur, cada uno traza su camino. Kemp dijo haber hablado con otros gobernadores sureños, pero no se coordinó con ninguno de ellos a pesar de que hay zonas urbanas de Georgia que se extienden más allá de las fronteras con otros estados. Edwards y el gobernador republicano de Mississippi, Tate Reeves, también hablaron sobre viajes y negocios compartidos entre Nueva Orleans y la costa del Golfo de Mississippi. Pero Edwards dijo que no veía necesaria más coordinación.
«Creo que si miran a las zonas donde eso está ocurriendo, tienen situaciones muy similares en términos de la cantidad de COVID que tienen en esos distintos estados y ellos tienen un grado de interconexión mucho mayor en cuanto a sus economías», dijo.
Además de suavizar las restricciones sanitarias, Edwards dijo que estaba esperando a ver si se mantenía la trayectoria de mejora en Luisiana -con menos hospitalizaciones y menos gente con respiradores- antes de decidir qué medidas tomar cuando expire su orden de confinamiento el 30 de abril. Luisiana sigue teniendo más casos y muchas más muertes que cualquier otro estado de la región.
La mayoría de los infectados sufren síntomas como fiebre y tos. Pero el virus puede matar o causar complicaciones graves como la neumonía a algunas personas, especialmente ancianos o personas con problemas médicos previos.
En otros estados sureños, las decisiones variaban.
Mientras la vecina Georgia pensaba en reabrir, el gobernador de Alabama, el republicano Kay Ivey, decidió mantener su orden de confinamiento hasta final de mes. Por su parte, el republicano Asa Hutchinson nunca llegó a ordenar el confinamiento en Arkansas, aunque impuso otras restricciones.
Reeves, en Mississippi, y el gobernador de Florida, Ron DeSantis, permitieron reabrir las playas. Reeves también dijo que los negocios no esenciales podían empezar a ofrecer pedidos a recoger o a domicilio.
En Carolina del Sur se retiraron el viernes las vallas en los amarraderos púbicos para embarcaciones. Comercios cerrados como grandes almacenes y tiendas especializadas eran los siguientes de la lista, pero sólo, insistió el gobernador, el republicano Henry McMaster, si se mantenía el distanciamiento social. Permitió a los gobiernos locales decidir sobre la reapertura de playas. Por el momento, la mayoría las mantuvo cerradas.
Aun así, no estaba claro si los casos de COVID-19 habían tocado techo en el estado, dado que los datos del departamento sanitario estatal indicaban que se había reducido el número de pruebas realizadas. También Georgia registró un descenso en las pruebas del virus.
Los expertos señalan que eso es lo contrario de lo que se necesita al levantar las restricciones. El director del hospital universitario de Carolina del Sur advirtió que el estado también necesitaba un sólido mecanismo para identificar a los contactos de los enfermos.
«Necesitamos contar con los elementos que impidan que una segunda oleada se vuelva abrumadora», dijo el doctor David Cole, presidente de la Facultad de Medicina de Carolina del Sur.
El brote ha golpeado de forma diferente en las distintas zonas de Estados Unidos, y la respuesta ha sido igual de variada, de modo que no hay un manual único, señaló el doctor Richard Oberhelman, especialista de enfermedades infecciosas en la Escuela de Salud Pública y Medicina Tropical de Nueva Orleans, dependiente de la Universidad de Tulane.
«La coordinación tiene sentido, pero el lado bueno es que los distintos estados están en partes diferentes de la epidemia», dijo Oberhelman, añadiendo que la comunicación seguía siendo clave.
Algunos temían que si los estados sureños se adelantaban demasiado al resto del país, podrían atraer visitantes, quizá abriendo la puerta a más infecciones.
En una reunión del consejo municipal de Myrtle Beach, la enfermera de control de infecciones Debbie Borst explicó que si bien la localidad ha sufrido, si empezaba a levantar las restricciones a hoteles y alquileres turísticos podría recibir un gran número de visitantes buscando buen tiempo lejos de los foco de infección. Si no se hacían pruebas de forma generalizada, señaló, eso podría provocar un desastre.
«La población oye una cosa, pero no se da cuenta de que no tenemos pruebas disponibles como otras ciudades y estados, de modo que me preocupa que tengan una falsa sensación de seguridad en lo referente a nuestras cifras», dijo Borst.