FRONTERA HIDALGO, MÉXICO /AP
Miembros de la Guardia Nacional y autoridades de inmigración de México subieron a cientos de migrantes centroamericanos en autobuses horas después de que ingresaron al país y caminaron varios kilómetros.
Los migrantes habían dado por concluida su jornada en un paraje sombreado cuando cientos de elementos de la Guardia Nacional avanzaron hacia ellos y se detuvieron a unos 100 metros de distancia. Después de una breve e infructuosa negociación, los migrantes se arrodillaron para orar y comenzaron a gritar consignas de “queremos pasar”.
Los elementos de la Guardia Nacional avanzaron golpeando sus escudos de plástico con toletes y se enfrentaron a los migrantes. Hubo algunos empujones y se roció gas pimienta mientras se acorralaba a los miembros de la caravana.
Muchos de los migrantes subieron a los autobuses de manera pacífica. Mujeres que cargaban o sujetaban las manos de sus hijos rompieron en llanto en su camino hacia los vehículos.
Otros se resistieron y fueron sometidos por las autoridades. Un hombre que era arrastrado por los agentes gritaba: “Mataron a mi hermano, no quiero morir”, presumiblemente en referencia a la posibilidad de ser devuelto a su país.
Mientras caminaba llorando rumbo al autobús, una mujer dijo: “Tengo una gran necesidad con mis hijos”.
Un paramédico atendió a una mujer lesionada tendida a un costado de la carretera.
El camino quedó lleno de basura: botellas, bolsas de plástico y ropa. Un hombre furioso, vestido de camiseta azul, gritó a los agentes: “Esta es una guerra contra los hondureños”.
Fue un clímax repentino después de una jornada que parecía llegar a su final.