El portavoz presidencial afgano Sediq Seddqi ofrece una conferencia de prensa en Kabul, Afganistán. FOTO LA HORA/RAHMAT GUL/AP

POR DEB RIECHMANN Y MATTHEW LEE/AP
WASHINGTON

El tuit de Trump el fin de semana en el que anuncia la cancelación de reuniones secretas en Camp David con líderes afganos y del Talibán a sólo unos días del aniversario de los atentados del 11 de septiembre de 2001 es el ejemplo más reciente de un Presidente dispuesto a correr un gran riesgo en pos de un triunfo en política exterior sólo para verlo frustrado.

Lo que parecía un acuerdo inminente para poner fin a la guerra se derrumbó después de que Trump y el Talibán se culparon el uno al otro por el desplome en las negociaciones de casi un año entre Estados Unidos y el grupo extremista en Doha, Qatar.

Los insurgentes están prometiendo más derramamiento de sangre. El gobierno afgano permanece prácticamente al margen de las labores de Washington por poner fin al conflicto armado más prolongado en la historia de Estados Unidos. Y a medida que la campaña de reelección de Trump toma forma, su intento por retirar de Afganistán a los 14 mil efectivos estadounidenses restantes sigue sin concretarse hasta ahora.

Trump dijo que canceló los encuentros en Camp David y las negociaciones debido a un reciente atentado del Talibán cerca de la embajada estadounidense en Kabul, en el cual murió un militar de Estados Unidos, a pesar de que otros nueve estadounidenses han fallecido desde el 25 de junio en violencia orquestada por el Talibán.

Pero el acuerdo comenzó a venirse abajo incluso días antes, después de que el presidente afgano Ashraf Ghani pospuso su viaje a Washington y el Talibán se rehusó a viajar a Estados Unidos antes de que se firmara pacto alguno, según un ex alto funcionario del gobierno afgano.

El plan secreto de Trump por sostener reuniones de alto nivel en la residencia de descanso presidencial en Maryland fue similar a otras iniciativas audaces y poco ortodoxas del Presidente en política exterior —como las que aplicó para Corea del Norte, China e Irán — y que siguen sin dar dividendos.

“Una vez que el Talibán intentó obtener ventaja en las negociaciones mediante ataques terroristas dentro del país, el presidente Trump tomó la decisión correcta de decir que eso no iba a funcionar”, dijo el secretario de Estado Mike Pompeo, quien ayer apareció en cinco programas televisivos.

Los tres encuentros de alto nivel con el líder norcoreano Kim Jong Un —incluyendo la reciente y breve incursión de Trump a territorio de Corea del Norte— provocaron enorme inquietud en varios frentes, incluyendo su propia base conservadora en el Congreso.

Y aunque el encuentro generó atractivas imágenes televisivas, que Trump tanto valora, las negociaciones entre Washington y Pyongyang han estado estancadas durante meses sin que exista un progreso tangible en el objetivo de que Corea del Norte abandone su programa nuclear.

Los ofrecimientos del mandatario estadounidense por negociar con el liderazgo iraní tampoco han dado resultado, e Irán ha emprendido acciones en violación al pacto nuclear de 2015, del cual Trump retiró a Estados Unidos el año pasado.

Con China, el Presidente se ha enfrascado en una guerra comercial al imponer aranceles por miles de millones de dólares a las importaciones chinas que siguen sin obligar a Beijing a retractarse. Hasta el momento, las discusiones han perturbado a los mercados financieros y resultado en medidas de represalia aplicadas tanto por Washington como por el gobierno chino.

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