Tijuana
DPA

Más de 4 mil 300 kilómetros por Honduras, Guatemala y México para llegar a la frontera, donde prácticamente ninguno de los miles de migrantes centroamericanos que poco a poco van llegando a la ciudad mexicana de Tijuana saben cuánto tiempo tendrán que esperar para que sus nombres ingresen en una lista para poder rellenar el formulario de solicitud de asilo en Estados Unidos.

Y para muchos de ellos, los motivos que les llevaron a abandonar sus países y emprender este largo viaje agotador no son ninguna garantía de que se les abra la puerta en la valla fronteriza para pasar al otro lado.

Karen Aguilera está sentada en el margen de una pequeña área de juego infantil del centro deportivo «Benito Juárez» en Tijuana. Entre 2 mil y 2 mil 500 migrantes han sido alojados allí. Aguilera, de 34 años, hizo el viaje con dos de sus hijos. Otros dos todavía viven en Honduras y lleva al quinto en el vientre.

«Quiero un futuro mejor para mis hijos», dice la mujer, oriunda de San Pedro Sula. ¿Y qué quiere hacer en Estados Unidos? «Trabajar», contesta Aguilera con una voz que no transmite dudas. Sin embargo, esta respuesta no le ayudará en una eventual entrevista con las autoridades migratorias estadounidenses, ya que el sueño de una vida mejor no vale nada en la frontera de México con Estados Unidos.

Las mujeres embarazadas y las mujeres con hijos tienen las mejores perspectivas para recibir asilo, explica Rodolfo Cruz Piñeiro, experto en migración del renombrado Colegio de la Frontera Norte, que elabora estudios sociales en la zona fronteriza entre México y Estados Unidos. Si llegan a ser entrevistadas por las autoridades migratorias estadounidenses, esas mujeres deben esgrimir como argumentos la violencia y los peligros en sus países de origen. «Es la única posibilidad para conseguir asilo», señala Piñeiro.

Este fin de semana se espera la llegada de otros miles de migrantes al centro deportivo «Benito Juárez». En Tijuana los albergues están llenos. Las autoridades calculan que en la caravana de migrantes llegarán a la ciudad fronteriza unas 9 mil 600 personas. Todos tienen un objetivo común: entrar en Estados Unidos. La gente está huyendo de la violencia, la pobreza y el desempleo en sus países de origen.

Sin embargo, tampoco la violencia doméstica y las violaciones son motivo para conseguir asilo, según dejó claro el recién destituido fiscal general de Estados Unidos, Jeff Sessions. «Puede ser que un extranjero esté expuesto en su país a amenazas y violencia, por motivos sociales, económicos, familiares u otros, pero el estatuto de asilo no ofrece una compensación para todas las desgracias», explicó Sessions en junio.

Cruz Piñeiro no cree que los hombres jóvenes entre los migrantes tengan buenas posibilidades de ser acogidos en Estados Unidos. «Solo tienen dos opciones: quedarse en México, en una ciudad fronteriza como Tijuana, o volver a su país».

Teóricamente, México puede expulsar a aquellos migrantes que hayan entrado sin el permiso necesario. Sin embargo, al país le falta la capacidad para hacerlo, asegura el experto en migración. Y tampoco es posible ofrecerles a todos ellos un empleo, ya que tampoco la situación económica de México es muy buena actualmente, explica Piñeiro.

Según indicó una funcionaria migratoria, en el paso fronterizo «El Chaparral en Tijuana se realizan diariamente unas 60 entrevistas en las que los solicitantes de asilo tienen que demostrar que sus peticiones están justificadas. Previamente, tienen que poner su nombre en una lista en los albergues y alojamientos improvisados y después en otra lista en la frontera. Un largo procedimiento burocrático que amenaza con frustrar sus sueños.

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