POR CALVIN WOODWARD
WASHINGTON

“No estoy en el negocio del teatro”, dijo el juez Thomas Selby Ellis III durante la selección del jurado para el juicio por fraude financiero a Paul Manafort. “Deberías verte mejor”.

Objeción, señor juez.

Abunda el drama en el juicio al exdirector de la campaña presidencial de Donald Trump y el que lo aporta es el propio juez, un colombiano de Bogotá avispado, que se ofusca con facilidad.

El magistrado, conocido como T.S. Elliot, llamó a los abogados de ambos bandos cuando se enteró de que hacían caras, aparentemente cuando él hablaba. El juez interpretó que sus expresiones equivalían a decir “¿por qué tenemos que aguantar a este juez idiota?”.

En privado, abogados que presentaron casos en su juzgado dicen que al juez Ellis III le gusta generar la impresión de que es la persona más inteligente de la Sala. Con su educación en Princeton, Harvard y Oxford, y su vasta experiencia en casos importantes en una era de guerras y terrorismo –como el del “talibán estadounidense” John Walker Lindh–, Ellis sabe poner a los abogados en su lugar, a veces con sutileza, otras no tanto.

Eso fue lo que pasó cuando el fiscal Michael Dreeben, figura legendaria en los círculos legales, se presentó en una audiencia preliminar del caso Manafort. Apenas Dreeben empezó a hacer su presentación, Ellis intervino: “¿Podría deletrear su nombre, para evitar errores?”. No es el tipo de preguntas que generalmente hace en su juzgado.

En el juicio de Manafort, Ellis, de 78 años, trata de mantener el control de un caso que gira en torno al trabajo de un allegado a Trump como consultor de clientes ucranianos y a si escondió en forma fraudulenta millones de dólares para que no fuesen detectados por los bancos y por el Servicio de Rentas Internas. El juicio fue promovido por el fiscal especial Robert Mueller, que investiga la interferencia de Rusia en las elecciones presidenciales del 2016 y cualquier posible colusión entre los rusos y la campaña de Trump.

El caso no está relacionado directamente con Trump ni con Rusia, pero ese tema es como un elefante en la Sala.

En una vista preliminar en la que la presencia de Dreeben causó conmoción, Ellis insinuó que el caso de Manafort es una forma de tratar de hacer que el acusado “cante” y diga todo lo que sabe sobre las relaciones entre Rusia y la campaña de Trump. A los fiscales “no les interesa realmente” Manafort, sostuvo, sino conseguir información para usar contra Trump.

Eso le encantó al Presidente, quien describió al juez como “algo realmente muy especial” en un discurso ante la Asociación Nacional del Rifle en mayo.

Las opiniones de Trump sobre una persona, no obstante, pueden cambiar en un abrir y cerrar de ojos y esta semana, sin mencionarlo por su nombre, cuestionó la decisión de Ellis de disponer un confinamiento solitario para Manafort, una medida que los fiscales justificaron diciendo que era para ponerlo a salvo. Trump insinuó que el sistema judicial podría estar tratando a Manafort peor que a Al Capone, el capo de la mafia que enloqueció en la prisión de Alcatraz.

Ellis fue piloto de aviones de la Armada en la década de 1960, abogado a partir de los años 70 y se hizo juez en 1987, nombrado por el presidente Ronald Reagan.

Les dio la bienvenida a generaciones de inmigrantes en ceremonias de naturalización, en las que le habló en español a los oriundos de países de habla hispana. A menudo se le aguaban los ojos en esas ceremonias.

En el 2002 Ellis sentenció a Lindh a 20 años de prisión sin posibilidades de libertad condicional para el estadounidense que peleó con el Talibán, diciéndole “tomaste una mala decisión”.

En el 2008 desestimó demandas de supuestas víctimas iraquíes del contratista Blackwater, diciendo que un patrón de negligencia o una cultura de anarquía no bastan para sustentar el alegato de crímenes de guerra. Pero permitió que la mayoría de los demandantes volviesen a presentar sus casos si tenían pruebas persuasivas de que empleados de Blackwater mataron y golpearon intencionalmente. El fallo satisfizo a ambos bandos.

En el juicio de Manafort, Ellis evidenció cierta impaciencia con argumentos ambiguos de ambos bandos, aunque se mostró más duro con la fiscalía desde el vamos.

Cuando los fiscales hablaron de la relación de Manafort con los “oligarcas” ucranianos, les dijo que se abstuviesen de usar ese término. Afirmó que los fiscales insinúan que Manafort se asocia con “gente despreciable y por lo tanto él mismo es despreciable”.

“Así no se hacen las cosas en Estados Unidos”, afirmó.

Las descripciones de una chaqueta de plumas de avestruz de 15 mil dólares, los 6 millones de dólares que pagó en efectivo por una propiedad y los 900 mil dólares que gastó en una boutique de Nueva York no impresionaron al juez, quien dijo que eso no viola ninguna ley.

“El gobierno no quiere juzgar a alguien porque usa ropa linda, ¿verdad?”, comentó.

El fiscal Greg Andrés respondió: “Señor juez, no queremos demostrar que el señor Manafort vivía dispendiosamente. Es evidencia de sus ingresos”.

El juez dio un giro teatral a una vista preliminar al decirle a los fiscales que no quería ver fotos de Manafort y otros “en fiestas con mujeres ligeramente vestidas” si es que las había.

No se preocupe, le dijo Andrés. “No habrá fotos de mujeres ligeramente vestidas”.

Aseguró que tampoco habrá fotos de banderas rusas y que era poco probable que los testigos del gobierno “mencionen siquiera la palabra ‘Rusia’”.

Artículo anteriorDenuncian despido de 135 médicos que atendieron opositores en Nicaragua
Artículo siguienteSolicitud de aplicar Ley Magnitsky, un mensaje de tolerancia cero a la corrupción