Atenas
DPA

El partido de izquierda Syriza generó un fuerte entusiasmo que llevó a que su líder Alexis Tsipras encabezase el gobierno, pero ahora los griegos están más que desilusionados: el primer ministro ha ido imponiendo en el último año y medio una serie de reformas que ni los conservadores se atrevieron a plantear.

Ha recortado las pensiones en varias ocasiones, ha vendido empresas estatales, ha aumentado de forma sustancial numerosos impuestos y tasas. Todo ello ha conducido a que el joven dirigente sea tan impopular como sus predecesores. Ahora Tsipras ha reformado el gabinete con una última esperanza, la de recuperar terreno de cara a los próximos comicios.

Visto desde fuera, la reforma del Ejecutivo que ha emprendido Alexis Tsipras resulta caótica, pues siete de los nuevos ministros que hoy juraron el cargo ocupan posiciones clave como los ministerios del Interior, Trabajo y Energía.

Pero al mirar los cambios en detalle se pueden percibir las señales que Tsipras quiere enviar al exterior: se mantienen los principales interlocutores con los acreedores internacionales. Se queda el ministro de Finanzas Euklid Tsakalotos, responsable de las negociaciones con las instituciones de Bruselas, así como el ministro del Exterior Nikos Kotzias.

Sin embargo, los ministros que más claramente se opusieron a las reformas han sido apartados del Gobierno o trasladados a otros ministerios donde pueden ser menos perjudiciales. Entre ellos está el ministro de Transporte Marítimo Thodoris Dritsas, que se había pronunciado contra el alquiler del puerto del Pireo y de Tesalónica a inversores internacionales.

También ha dejado su cartera el ministro de Cultura, Aristides Baltas, que intentó con tretas jurídicas impedir la venta del antiguo aeropuerto de Atenas. Asimismo ha sido sustituido el hasta ahora ministro de Energía Panos Skourletis, quien torpedeó la privatización de la empresa eléctrica y otras empresas estatales.

Los analistas consideran que el mensaje de Tsipras a los acreedores es claro y cristalino: «Voy a aplicar todas las reformas y medidas de ahorro». A cambio de ello, el jefe de Gobierno espera pasos claros por parte de los acreedores internacionales que pueden llevar a una reducción de la montaña de deudas que sofoca la economía griega.

Y en ello está basando su futura política. Según las encuestas, el apoyo al partido Syriza figura claramente por detrás de los conservadores de Nea Dimokratia. El objetivo de Tsipras es poder decir en el momento adecuado que lo peor ya ha pasado, que la montaña de deuda ha menguado y que ahora lo importante es atraer inversiones al país e incluso volver a atreverse a pedir dinero en los mercados internacionales,

Si esa estrategia se impone, los observadores ven posible un adelanto de las elecciones a la primera mitad de 2017.

De forma paralela a estas señales que Tsipras emite hacia exterior con la reforma de su gabinete, también se busca intentar aplacar las disputas en el interior del país. El primer ministro aprovechó para apartar del cargo al titular de Educación Nikos Filis, que en las últimas semanas se había enzarzado en una disputa con la Iglesia ortodoxa, la principal en el país mediterráneo, debido a que propuso que la enseñanza religiosa en los colegios en el futuro no se limitara al catecismo, sino que tuviese una carácter «más global». El arzobispo griego Hieronymos dijo del ministro que era una «persona problemática».

Con las encuestas por los suelos, Tsipras no se puede permitir en ningún caso un enfrentamiento con la Iglesia. Son demasiados los grupos dentro de la población que están enojados con sus políticas, entre ellos los pensionistas, y tienen que ser calmados.

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