Por FOSTER KLUG
SEOUL, South Korea
Agencia/AP

Hablaba con voz quebrada. La nación entera estuvo pegada a los televisores cuando la presidenta sudcoreana Park Geun-hye, acosada por una crisis política, ofreció una sentida disculpa a su pueblo, admitiendo que le había fallado.

«De ahora en adelante, haré a un lado mis relaciones personales», dijo Park, quien es investigada bajo sospecha de que dejó que una vieja amiga manejase las riendas del gobierno desde las sombras.

El lenguaje usado encajó dentro de la imagen que cultiva en su base conservadora: La de una mártir, hija huérfana de un exdictador y una ex primera dama asesinados, que ha sacrificado una y otra vez su vida personal por el bien del país.

Su compromiso de aislarse de sus amistades representa un acto de teatro político en el momento que más lo necesita.

Tal vez no salve su Presidencia, pero le permite ganar un tiempo precioso y le da un pequeño respiro en medio de un escándalo que hizo que su popularidad caiga a apenas el 5%.

En ese sentido, su discurso fue magistral.

Dijo sentirse «destrozada» y «avergonzada», que no dormía. Cuestionó sus condiciones de lideresa y dijo que estaba dispuesta a ser investigada y a asumir sus responsabilidades si se determina que incurrió en alguna falta.

Park es considerada por sus partidarios una mártir y algunos analistas dicen que esa imagen la ayudó a llegar a la Presidencia. Su autobiografía explota ese tema y se titula «Cómo el sufrimiento me da fuerza y la esperanza me da impulso».

La madre de Park fue asesinada en 1974, durante un atentado contra su esposo, el dictador Park Chung-hye. Su padre fue asesinado cinco años después por el jefe de su servicio de espionaje.

No se le conoce ninguna relación romántica y está distanciada de sus hermanos, quienes se han visto involucrados en escándalos de corrupción y de drogas y se cree que nunca han pisado la residencia presidencial desde que ella la ocupa.

El principal mensaje de su discurso del viernes pareció ser que, dado que una «relación personal» con Choi Soon-sil, la hija de un antiguo mentor que entró en su vida en la época en que su madre fue asesinada, fue lo que le causó los actuales problemas, lo mejor sería que hiciese a un lado todas sus relaciones personales.

«Desde que llegué al gobierno he hecho una vida solitaria, interrumpido los contactos con mi familia por temor a que suceda algo desagradable», dijo Park. «Viviendo sola, me costó encontrar gente que pueda ayudarme con mis cosas personales y empecé a recibir ayuda de Choi Soon-il, con quien tengo una vieja relación».

La alusión a su soledad podría ayudarla a recuperar algunos partidarios que le dieron la espalda. Pero difícilmente cambie la opinión de una multitud de gente que piensa que sus problemas obedecen a una falta de juicio monumental, no al hecho de que no se aisló del mundo por completo.

Sus detractores no la ven como una mártir y la consideran una persona totalmente desconectada de las vidas de la gente común. No ven nada heroico en sus acciones, sino a una líder distante, imperial, que se apoya en un pequeño grupo de personas ultraconservadoras.

«Los jóvenes no derramarán lágrimas por Park. Les va parecer absurdo que se diga que hay que tenerle lástima», opinó John Delury, profesor de la Facultad de Estudios Internacionales de la Universidad de Yonsei en Seúl. «Pero la gente que verdaderamente cree en ella va a pensar que, al no tener vida privada ni intereses personales, es del pueblo, la lideresa perfecta».

Park puede ser una persona agradable, políticamente muy astuta, pero también puede parecer desconectada e incómoda, especialmente cuando está con periodistas.

Eso se hizo evidente al finalizar su discurso del viernes.

Como es su costumbre, no respondió preguntas, pero cuando se iba, se acercó a los periodistas y les dijo: «Siento mucho haberles causado tanta preocupación. Ahora me voy».

Inclinó la cabeza y se marchó. Sola.

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