WASHINGTON
AP

Donald Trump ha reconocido, por fin, que necesita más que el equipo básico que le llevó al éxito en las primarias republicanas, si quiere hacer frente a Hillary Clinton en las generales de noviembre.

Sin embargo, Trump ha descubierto que muchos de los asesores con más experiencia del Partido Republicano simplemente no están dispuestos a trabajar para él.

De Texas a New Hampshire, miembros respetados de las filas profesionales del partido han dicho que no pueden ignorar sus profundas reservas personales y profesionales sobre el probable candidato del partido a la Presidencia.

Hay excepciones, pero muchos expertos familiarizados con la mecánica de las campañas temen que aceptar un cheque de Trump pueda ser una mancha en sus currículos, asustar a otros clientes o incluso causar problemas en casa.

También son reacios a dedicar meses a un divisivo candidato cuya campaña se ha visto infestada de luchas internas y desorganización.

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