Por MAEVA BAMBUCK
DAMASCO, Siria
Agencia/AP

Columnas de la agrupación Estado Islámico estaban en las puertas de la ciudad y Yaroob al-Abdullah no tenía mucho tiempo. Primero puso a salvo a su esposa y sus cuatro hijas y después intentó rescatar miles de artefactos antiguos.

A lo largo de una semana de intenso trabajo, agotado y deshidratado por el ayuno del Ramadán, el director de antigüedades de la provincia de Deir el-Zour y su equipo envolvieron la mayor parte de los objetos del museo de la capital provincial. Cuando terminaron, al-Abdullah se llevó 12 cajas con reliquias a Damasco en avión.

El cargamento incluía obras maestras: una estatua de casi 5 mil años de un devoto sonriente. Un fragmento de un colorido mural de un templo del siglo II del dios Bel. Miles de frágiles tabletas de arcilla con inscripciones cuneiformes, incluidos documentos administrativos, cartas y papeles comerciales que dan una idea de lo que era la vida hace casi 4.000 años en el reino semita de Mari.

La iniciativa, llevada a cabo en el 2014, fue parte de la campaña de las autoridades sirias por tratar de poner a salvo todos los objetos valiosos posibles en sitios que corren peligro de ser tomados por el Estado Islámico. La magnitud de esa operación no se conocía hasta hace poco, pero personas involucradas en el esfuerzo dijeron que fueron vaciados al menos 29 de 34 museos y que más de 300 mil objetos fueron trasladados a la capital.

Los artefactos están escondidos en sitos secretos, conocidos solo por unos pocos especialistas, según Maamoun Abdulkarim, director general de antigüedades y museos de Damasco que supervisó la operación de rescate. «Salvo por esas personas, nadie sabe dónde están las antigüedades, ni los políticos ni ningún otro sirio».

Había mucho para preservar y es importante hacerlo ante el avance implacable del Estado Islámico, que tiende a destrozar muchos de esos objetos.

El alcance de los daños que puede causar EI lo simboliza Palmira, la gran joya de la arqueología siria, una ciudad de la era romana muy bien preservada. Militantes de EI la capturaron el año pasado y destruyeron con explosiones al menos dos de sus templos más importantes. Durante el fin de semana, fuerzas del gobierno sirio recapturaron la ciudad y descubrieron que los ocupantes habían acabado con los museos, destruyendo estatuas y saqueando reliquias. De todos modos, unas 400 piezas habían sido escondidas por los funcionarios antes de la llegada de EI.

En todo el país ha habido destrozos de antigüedades de un contorno trágico. Los yijadistas de EI hicieron estallar explosivos y apelaron a aplanadoras para no dejar vestigios de monumentos que consideraban afrentas paganas. Ellos y otros delincuentes aprovechan además el caos reinante desde que estalló la guerra civil hace cinco años para saquear sitios y vender los artefactos. En muchos museos había piezas tan grandes que no pudieron ser sacadas y cuya suerte se desconoce.

Pero los 2.500 arqueólogos, especialistas, curadores e ingenieros del departamento de antigüedades del gobierno sirio, incluidos algunos que desertaron y se plegaron a la oposición, arriesgaron sus vidas para proteger todo lo que pudieron.

Una mujer de 25 años dirigió una caravana militar que sacó antigüedades de la ciudad norteña de Alepo, uno de los principales campos de batalla entre los rebeldes y las fuerzas del gobierno. Pidió no ser identificada por temor a represalias.

Los guardias de los sitios arqueológicos en zonas que controla EI están en contacto con Abdulkarim y le envían fotos por WhatsApp. Varios de ellos fueron asesinados. Khaled al-Asaad, exdirector de antigüedades de Palmira, fue decapitado por extremistas en agosto por sacar artefactos del museo de la ciudad.

Ziad al-Nouiji, quien reemplazó a al-Abdullah como jefe de antigüedades en in Deir el-Zour, llevó una segunda tanda de reliquias a Damasco en junio.

Los militantes de EI lo buscan e hizo salir a su familia al exterior. Pero no se ha escapado. «Es mi deber, el derecho de mi país. Si todos nos vamos y abandonamos nuestras tareas, ¿quién queda?», preguntó.

En la ciudad de Maarat al-Numan, al noroeste del país, en manos de los rebeldes, arqueólogos afiliados a la oposición han protegido el museo de la ciudad, que tiene mosaicos bizantinos. El peligro allí eran los bombardeos de las fuerzas del gobierno, por lo que colocaron barreras de bolsas de arena, aunque no pudieron evitar que una bomba causase destrozos en unos mosaicos, según el exdirector de antigüedades Amr al-Azm.

«Los héroes de todo esto son los sirios y sirias de ambos bandos que arriesgan sus vidas para proteger su herencia», dijo al-Azm said en una entrevista telefónica desde la Shawnee State University de Ohio, donde ahora enseña. «Ellos me dan esperanzas para el futuro de Siria».

En una iniciativa financiada por la Unión Europea, la UNESCO comenzó a capacitar en el 2014 a personal sirio para que pudiese esconder los artefactos y ayudó a crear un sistema para llevar la cuenta de todos los objetos de valor.

«Con un buen equipo, un líder carismático y nuestro respaldo, lograron algo extraordinario», comentó Cristina Menegazzi, jefa del proyecto de rescate de la herencia siria de la UNESCO.

Siria es un país con una enorme importancia histórica y conserva legados de varias civilizaciones que comerciaron, invadieron y construyeron ciudades en su territorio: los acadios, los babilones y los asirios de la antigua Mesopotamia, varios reinos semitas, los romanos y los bizantinos, y luego siglos de dinastías islámicas. El país está lleno de «tells», como se denomina a colinas con ciudades y pueblos milenarios, algunos de los cuales han sido excavados parcialmente, mientras que otros esperan ser descubiertos.

«Los héroes de todo esto son los sirios y sirias de ambos bandos que arriesgan sus vidas para proteger su herencia»
al-Azm said, profesor de Shawnee State University de Ohio

Artículo anteriorNo era broma: Los Guns N’ Roses volvieron con un show sorpresa
Artículo siguienteRealidad aumentada, mucho más que la realidad virtual