Washington
Agencia dpa
Los caucus (elecciones electivas) de Iowa darán el 1 de febrero el disparo de salida a la larga carrera hacia la Casa Blanca, que culminará el 8 de noviembre con la elección del próximo presidente de los Estados Unidos.
Todos los ojos estarán puestos el lunes en Iowa, un estado rural y predominantemente blanco, en el que no vive más del 1,5 por ciento de la población nacional y en el que el voto hispano tiene poco peso, pero que al ser el primero en votar acapara toda la atención política y mediática.
El 1 de febrero se vota en Iowa, el 8 en las primarias de New Hampshire. Y cuando el 20 de febrero los republicanos hayan votado en Carolina del Sur, comenzará a despejarse el panorama y los precandidatos con menos apoyos empezarán a abandonar la carrera. En cambio, el precandidato que logre imponerse en esta primera etapa podrá contar con más fondos de campaña, más apoyos y atención pública y mediática.
Por ahora el multimillonario Donald Trump parte como favorito en las encuestas para las primarias republicanas, mientras que la demócrata Hillary Clinton no parece tener el primer lugar tan asegurado, ante el sorprendente empuje del senador Bernie Sanders, que cuenta con el apoyo del ala más izquierdista del partido demócrata.
Si «Donald», como muchos le llaman en Estados Unidos, logra imponerse en las primeras dos o tres citas electorales republicanas, será difícil de frenar en lo que queda de la campaña. En cambio, si perdiera en Iowa frente al senador hispano Ted Cruz, no le resultaría del todo fácil evitar que le vieran como un «looser» (perdedor), algo que él detesta. Él mismo lo ha dicho: «Yo, Donald Trump, soy exclusivamente un ganador».
Las últimas encuestas lo favorecen. Casi todos los analistas han tenido que corregir los pronósticos que habían hecho a mediados de 2015. Decían que la campaña del magnate se iba a esfumar al poco tiempo, que hacía declaraciones pobres de contenido y que era inimaginable que fuese presidente. Ahora muchos de ellos ven posible que gane la nominación republicana y quién sabe si la presidencia.
Trump, que no es político sino un empresario de éxito, no parece precisar ni del apoyo del partido ni de donantes ricos para mantenerse en lo más alto de las encuestas. Le basta con canalizar y encender la ira de grandes partes de la población. Aparentemente, eso ha sido suficiente para lograr apoyos entre un electorado fiel, al que no le importa las barbaridades que diga el multimillonario, sobre los indocumentados mexicanos o los musulmanes.
Además de Trump y Cruz, sigue en la carrera republicana el exgobernador de Florida Jeb Bush, que ahora se presenta sin gafas, tal vez para parecer más duro y menos intelectual. El gobernador de Ohio John Kasish y el senador Marco Rubio también suenan en muchas quinielas.
Los candidatos del establishment del partido se enfrenta a los recién llegados. Cada uno pelea por sí mismo, no hay unidad, y mientras tanto Trump es rey en su propia isla.
Las elecciones primarias demostrarán qué quedará del «Grand Old Party» (GOP), como también llaman en Estados Unidos al partido republicano, después de esta «contienda civil», como lo llamó CNN.