NUEVA YORK
AP

Ante las matanzas sucedidas en Estados Unidos del siglo XXI, uno pensaría que sobran las investigaciones sobre las causas de la violencia con armas de fuego y sobre las políticas que serían más eficaces para impedirla, pero estaría en un error.

Los intereses del sector de las armas, temerosos de que se imponga cualquier posible restricción sobre ellas, han cabildeado con eficacia para limitar los estudios y el financiamiento del gobierno a ese respecto, en tanto que las fuentes privadas no han cubierto esa faltante.

Así, continúa siendo mínima la financiación para emprender investigaciones básicas sobre la violencia con armas de fuego y compilar información: los recursos anuales son inferiores a los cinco millones de dólares para todos los proyectos de estudios sobre el tema.

Un donativo para un solo estudio en áreas como el autismo, el cáncer o el VIH puede alcanzar más del doble de esa cantidad.

Existen estudiantes de salud pública deseosos de mejorar su comprensión del incremento de las tasas de suicidios y homicidios en los que se utilizó un arma de fuego en muchas ciudades estadounidenses y de las matanzas colectivas como la ocurrida este mes en un colegio comunitario en Oregon, donde un solo agresor mató a nueve personas.

Gregory Tung es un científico joven e inteligente que se capacitó en la Universidad Johns Hopkins con algunos de los principales investigadores sobre violencia con armas de fuego en el país. Le fascina el tema, así como las numerosas preguntas sin respuesta sobre por qué aumenta y cómo prevenirla.

Sin embargo, Tung optó por no convertirse en un investigador de la violencia con armas de fuego.

Los investigadores de salud en Estados Unidos comenzaron hace unos 30 años a examinar rigurosamente la violencia con armas de fuego, cuando las tasas de homicidios cometidos con ese tipo de instrumentos aumentaban a lo que describieron como proporciones epidémicas.

Durante 1986 y 1987, más de 66 mil estadounidenses murieron por heridas de bala, una cifra mayor que las bajas que las fuerzas de Estados Unidos tuvieron durante toda la Guerra de Vietnam.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) asumieron un papel de liderazgo para impulsar más investigaciones sobre la violencia.

Sin embargo, posteriormente su participación se redujo ante el intenso cabildeo de la National Rifle Association, una organización que defiende el derecho a poseer y portar armas, y de legisladores partidarios de ella.

Ante dicha reducción en el papel de los CDC, los investigadores de la violencia con armas de fuego han recurrido a otras fuentes de financiación, pero no han conseguido muchos recursos.

El grupo de investigadores perdió fuerza debido a los recursos limitados y la falta de nuevos expertos interesados. En la última década, los recursos aumentaron en tan poca cantidad que el doctor Garen Wintemute, quien labora en la Universidad de California en Davis y es desde hace mucho tiempo líder nacional en estudios sobre la violencia con armas de fuego, gastó más de un millón de dólares de su propio bolsillo para mantener en marcha distintos proyectos de investigación sobre la violencia relacionada con las armas.

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