Por BEN FOX,
MIAMI
Agencia AP

Abu Wa’el Dhiab, de 43 años, inició una huelga de hambre hace 18 meses en protesta por estar detenido por tiempo indeterminado y sin cargos. Hace unos cinco meses le dijeron que iría a Uruguay junto con otros cinco presos de Guantánamo, pero pasan los meses, la transferencia está estancada y su relación con las autoridades militares se ha deteriorado al punto de volverse violenta en ocasiones.

«Todos los que lo han visto últimamente están consternados», dijo Alka Pradhan, una de sus abogados.

El preso mantiene un enfrentamiento tenso con los guardias, de acuerdo con documentos presentados en una corte federal en Washington, donde Dhiab, a quien han alimentado mediante una sonda nasal para impedir la inanición, cuestiona alguna de las tácticas empleadas por las autoridades para tratar a los presos en huelga de hambre.

En julio, el Pentágono notificó al Congreso que en 30 días transferiría a Dhiab y otros cinco presos de Guantánamo —otros tres sirios, un tunecino y un palestino— a Uruguay, donde el presidente izquierdista José Mujica, que fue preso político, ofreció recibirlos como gesto humanitario.

Los otros presos han sido mucho más discretos que Dhiab y es poco lo que se sabe de ellos, pero hay varias decenas de presos que no pueden regresar a sus países de origen porque serían perseguidos o se los considera países inestables.

Sin embargo, la transferencia a Uruguay —donde una encuesta indica que la mayoría se opone— no se realizará en el futuro próximo. El vocero presidencial Diego Cánepa anunció la semana pasada que se estaban ultimando los detalles y que era improbable que se concretara en los próximos dos a tres meses. Con eso se postergaría hasta después de las elecciones del 26 de octubre e incluso de la posible segunda vuelta el 30 de noviembre.

El gobierno estadounidense insiste en que las transferencias de Dhiab y de otros se hará. «Agradecemos mucho la decisión de Uruguay de admitir a estos individuos», expresó Ian Moss, asesor del Enviado Especial para el Cierre de Guantánamo. «Es un gesto humanitario verdaderamente significativo».

Dhiab fue capturado en Pakistán en abril de 2002 y entregado a las autoridades estadounidenses, que lo encerraron en Guantánamo con otros sospechosos de tener vínculos con al-Qaida o con el Talibán.

Sus abogados dicen que Dhiab era vendedor de miel en su Siria natal y que había viajado a Pakistán en busca de tratamiento médico. Nunca se le acusó de delito alguno y en 2009 se resolvió que no representaba una amenaza y que se lo podía dejar en libertad. Estados Unidos no puede enviarlo a Siria, que está en medio de una guerra civil y por eso se busca un tercer país que lo acepte.

Su esposa y dos hijos huyeron a Turquía, donde residen.

No es el único en esa situación en Guantánamo. De los 149 presos restantes, más de 70 están en condiciones de ser liberados.

Dhiab se plegó en el 2013 a una huelga de hambre para protestar por las demoras en las transferencias y las condiciones en la prisión. Pradham, una abogada de la organización defensora de los derechos humanos Reprieve, dice que come solo partes de sus comidas o suplementos nutritivos para evitar la «extracción forzada de su celda», trámite al que fue sometido en 48 ocasiones este año.

Las autoridades militares defienden su manejo de la huelga de hambre y dicen que usan solo la fuerza necesaria. El ex comandante del centro de detención almirante Richard Butler afirmó en julio que algunos presos «eligen ser sacados por la fuerza de sus celdas» y alimentados por vía intravenosa «para confirmar su resistencia a los Estados Unidos».

Los militares ya no revelan cuántos presos de Guantánamo están en huelga de hambre ni si se los alimenta por la fuerza.

Desde abril, Dhiab ha atacado físicamente a los soldados en tres ocasiones y dos veces les tiró vómito y excrementos, de acuerdo con un affidavit del comandante de las fuerzas de vigilancia, coronel del ejército David Heath. También amenazó con matar a los guardias y se lo considera tan peligroso que lo encadenaron la semana pasada cuando fue examinado por expertos médicos contratados por su equipo legal.

Pradhan cree que la huelga de hambre va a continuar. «Está desesperado por ver a su familia y a sus hijos. No quiere morir», expresó. «Pero es comprensible que no quiera suspender su huelga de hambre hasta que esté en un avión».

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