Por DAN PERRY
TEL AVIV / Agencia AP

En un sentido, Israel consiguió lo que quería: Hamas dejó de lanzarle cohetes a cambio de promesas más bien vagas y futuras conversaciones. Pero el costo fue enorme: aparte de los 70 muertos —todos menos seis de los cuales eran soldados–, la economía sufrió un revés, la temporada de turismo fracasó, la gente sufrió 50 días de tensión y su imagen internacional quedó golpeada por las imágenes de la devastación en Gaza.

_Medio13_1bEl primer ministro Benjamin Netanyahu enfrenta críticas de la gente que intuye que Hamas controló los sucesos y mantiene su dominación en Gaza, que arrebató por la fuerza a la Autoridad Palestina en 2007. Y le aguardan investigaciones internacionales por denuncias de crímenes de guerra.

Hamas festeja el éxito de haber sobrevivido al poder de fuego israelí. Sus cohetes provocaron el abandono de una serie de poblaciones fronterizas israelíes y trastornaron el aeropuerto internacional de Tel Aviv. Débil hace unos meses, podría surgir fortalecido en la política palestina, y la suerte de los gazatíes volvió al primer plano de las inquietudes del mundo.

El costo también fue elevado: 2 mil143 palestinos muertos, entre ellos casi 500 niños y centenares de milicianos, según cifras palestinas y de la ONU. Además, 17 mil 200 viviendas fueron destruidas y 100 mil personas quedaron sin techo, con sectores importantes de la franja reducidos a escombros. El arsenal de cohetes quedó muy reducido, e Israel destruyó muchos —tal vez todos— de los túneles de ataque.

Por el momento, Israel ha prometido abrir en cierta medida los cruces fronterizos con Gaza, algo que ya hacía, y dar mayor acceso a los pescadores. Los demás reclamos quedaron para futuras discusiones: un aeropuerto, un puerto de mar, liberación de prisioneros, salarios para sus empleados públicos, apertura del cruce de Rafá con Egipto. Israel pedirá la desmilitarización de la franja. Previsiblemente es poco lo que se logrará en el futuro inmediato.

LA FUERZA RESULTÓ EFICAZ
Durante 50 días, Hamas lanzó sus cohetes. Israel respondió al principio con la destrucción de blancos cuidadosamente determinados, pero escaló sin pausa sus represalias. Arrasó vecindarios y mató a jerarcas de la milicia. Esta semana, derribó edificios altos de apartamentos. Al principio, la lucha de Hamas recibió el apoyo de gazatíes desesperados por poner fin al embargo de Israel y Egipto, una política cuyo objetivo era expulsar gradualmente a Hamas. Pero finalmente, al intuir que la población no soportaba más la guerra, Hamas aceptó un trato que no difiere mucho de la propuesta egipcia de mediados de julio, aceptada entonces por Israel. El aspecto moral del empleo de la fuerza devastadora por parte de Israel será objeto de debates y su legalidad podría ser debatida en La Haya, pero el desenlace indica que consiguió lo que pretendía. Netanyahu dijo el miércoles que la intensidad de los ataques israelíes en la última semana de guerra sorprendió a Hamas. Es de destacar que las protestas fueron mínimas en el mundo árabe, donde se asocia a Hamas con grupos islamistas cada vez más marginales y temidos en buena parte de la región.

LOS PALESTINOS DEMOSTRARON MAYOR RESISTENCIA
Los gazatíes no son libres de oponerse al régimen de Hamas, pero es notable cuánta presión se ejerció sobre Netanyahu para que encontrara la forma de poner fin a la guerra. También es notable la distinta visión de las muertes en combate. En los funerales de Hamas en Gaza reinaba un ambiente rayano en la celebración; en Israel, las muertes de soldados provocaron luto nacional. Esto le quitó margen de maniobra a Netanyahu: derrocar a Hamas requería invadir el corazón de Gaza y perder cientos de soldados en la guerra urbana. Había poco ánimo para ello en Israel, por grande que fuera la indignación con Hamas y sus cohetes. Hubiera sido aún peor para el Primer Ministro si el sistema de defensa antimisiles Cúpula de Hierro no hubiera protegido a los israelíes de la mayoría de los cohetes.

REGRESA EL GOBIERNO DE UNIDAD PALESTINA
Los israelíes dicen que Hamas se introduce en zonas civiles, por lo cual no había manera de evitar los ataques a esas zonas y emitir advertencias para tratar de reducir las bajas civiles. Pero había alternativas. Israel podría haber aceptado algunos reclamos de Hamas a pesar de sus reservas a hacerlo bajo fuego. En mayo, podría haber aceptado condicionalmente un «gobierno de unidad» palestino integrado por tecnócratas y respaldado por Hamas y el grupo moderado Fatá, que rige la Autoridad Palestina y sus enclaves autónomos en Cisjordania. El presidente palestino Mahmud Abás dijo que el gobierno respaldaba las gestiones de paz aunque Hamas no lo hiciera, pero Netanyahu lanzó una campaña diplomática contra Abás por aliarse con terroristas. A esto siguió el asesinato de tres adolescentes judíos en Cisjordania por activistas de Hamas, represalias de Israel contra la milicia y el inicio de la violencia. Ahora Israel parece menos molesto por el gobierno de unidad. Probablemente le complacería ver a la Autoridad Palestina nuevamente en el gobierno de Gaza, manejando las fronteras, los proyectos de reconstrucción, y por cierto, frenando a Hamas.

LAS PERSPECTIVAS DE PAZ SIGUEN SIENDO SOMBRÍAS
Cualesquiera que sean las perspectivas inmediatas, el panorama amplio no ha cambiado. La mayoría en ambos bandos quiere la paz y acepta la división de Tierra Santa en dos estados, pero no pueden alcanzar un acuerdo sobre las condiciones. Israel siempre ha temido que el retiro total de Cisjordania reducirá la parte más estrecha de su territorio a escasos 15 kilómetros. Ese miedo se ve acrecentado por los avances yihadistas ante la impotencia de los gobiernos árabes. En los territorios se habla de pedir al mundo que obligue a Israel a aceptar las condiciones palestinas, después que la Asamblea General de la ONU reconoció en 2012 un «estado de Palestina» en toda Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental. Los palestinos suelen decir que esas gestiones, así como el intento reciente de negociación encabezado por Estados Unidos, constituyen las «últimas oportunidades» para salvar la «solución de dos estados». A falta de ello, su visión no incluye aceptar un futuro de pueblo bajo ocupación. Más probable es una nueva insurrección o que los palestinos impulsen la creación de un solo estado en todo el territorio de Tierra Santa en el cual árabes y judíos serían ciudadanos en pie de igualdad. Israel teme lo primero y se opone ferozmente a esto último, porque sería el fin del sueño sionista de un hogar nacional judío.

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