Por JESSICA GRESKO,
WASHINGTON
Agencia AP

Alan Gross fue arrestado en Cuba en 2009, mientras trabajaba en secreto en la isla caribeña para configurar acceso a internet. Su abogado dijo en un comunicado que su cliente se «ha rendido» y le dijo que «la vida en la cárcel no es una vida digna de vivirse». Gross había dicho que su cumpleaños 65 en mayo sería el último que celebraría en La Habana «de una manera u otra».

Se despidió de su esposa e hija menor durante una visita reciente. Gross, que vivía en Maryland, previamente había dicho a sus dos hijas que no lo visitaran en prisión.

Gross ha dejado de hacer ejercicio y su salud no es buena, dijo Gilbert, quien planea visitar a su cliente esta semana. Tiene muchos padecimientos en las caderas y ha perdido casi toda la visión del ojo derecho. Gilbert agregó que «el deterioro emocional (de Gross) ha sido severo», particularmente tras la muerte en junio de su madre, que tenía 92 años.

Hablaban frecuentemente por teléfono y cuando Gross estuvo nueve días en huelga de hambre en abril, fue su madre quien lo persuadió de interrumpirla. Gross había pedido autorización al gobierno cubano para regresar a Estados Unidos para el funeral de su madre, pero la solicitud fue rechazada.

Judy Gross, su esposa, dijo el lunes en un comunicado que nunca ha visto a su esposo en tan malas condiciones durante el tiempo que ha pasado en prisión y escribió que «su decisión de despedirse de nosotros fue muy dolorosa».

Gross también se ha negado a ver a funcionarios de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, que hace las veces de embajada porque los dos países no tienen relaciones diplomáticas formales.

En el momento que Gross fue arrestado trabajaba como contratista de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), que promueve la democracia en la isla. Cuba considera los programas de la USAID intentos ilegales de socavar el gobierno y Gross fue enjuiciado y sentenciado a 15 años de prisión.

También el lunes, el abogado de Gross dio a conocer una carta que un grupo de 300 rabinos envió al presidente Barack Obama exhortándolo a tomar medidas para asegurar la liberación de Gross, quien además de ser judío trabajaba con la pequeña comunidad judía en la isla para mejorar su acceso a internet cuando fue arrestado.

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