Interior de Notre Dame abrirá sus puertas el próximo 8 de diciembre tras cinco años. Foto La Hora: EFE
Interior de Notre Dame abrirá sus puertas el próximo 8 de diciembre tras cinco años. Foto La Hora: EFE

La reconstrucción de la catedral de Notre Dame mostrará al mundo la belleza de su piedra blanca tras una meticulosa reconstrucción después del incendio de 2019, una obra que sin embargo no ha estado exenta de controversia.

Tras el gravísimo incendio del 15 de abril de 2019, el Gobierno y la Iglesia de Francia se pusieron de acuerdo en lanzar un gran esfuerzo para recuperar el templo en un plazo inicial de cinco años, algo que se convirtió en un asunto de orgullo nacional.

Una campaña recibió cerca de 800 millones de euros de cientos de miles de donantes de 150 países, mientras que se creó un organismo público para organizar, coordinar y ejecutar las obras.

Los primeros meses se centraron en la consolidación del templo tras la destrucción de su tejado y de parte de las bóvedas, gracias a trabajadores de altura que, colgados como alpinistas, aseguraron lo que quedaba de la cubierta, los muros y los arbotantes.

La retirada de las más de 500 toneladas del andamio destruido y de los escombros del tejado y la cubierta no pudo empezar hasta junio de 2020.

Después, comenzó la limpieza del hollín del incendio y de la suciedad acumulada durante siglos de muros, frescos y cuadros.

El órgano fue desmontado pieza por pieza, incluyendo sus 8.000 tubos, para una limpieza a fondo del hollín acumulado.

A la vez, Francia pudo presumir de haber mantenido oficios artesanos heredados de la Edad Media: escultores de piedra, trabajadores de la madera, del cobre y del plomo o expertos en campanas.

Estos auténticos artistas han ido recuperando o recreando distintos elementos dañados o destruidos, como algunas esculturas, aunque las estatuas y los adornos tallados más valiosos del templo salieron indemnes.

También se ha recreado el bosque de vigas de madera que sujetaba el tejado, las cubiertas de plomo o la aguja de madera forrada también de plomo, construida en el siglo XIX durante la restauración de Eugène Viollet-le-Duc.

POLÉMICOS CAMBIOS CONTEMPORÁNEOS 

Sin embargo, el proceso no se ha librado de las polémicas, especialmente por los planes del presidente, Emmanuel Macron, y de su Gobierno para construir una aguja de estilo contemporáneo y para cambiar las vitrinas del siglo XIX por otras de diseño actual.

Sobre la aguja, el Gobierno «tuvo que renunciar ante la presión», tanto popular como de un millar de expertos del mundo entero, recuerda a EFE Julien Lacaze, presidente de Arts et Patrimoine, la asociación de defensa del patrimonio más antigua de Francia.

Esto, junto a la sustitución de las vidrieras, un plan que sigue su curso, lleva a Lacaze a reprochar a Macron y a sus asesores que no entendieran que Viollet-le-Duc concibió su reforma «como una obra total» en línea con el edificio del siglo XIII.

Aún así, Lacaze se muestra en general «satisfecho» del resultado final, ya que presenta «el color blanco de la piedra oculto por siglos de suciedad» y los «vibrantes colores» de las pinturas del siglo XIX. «Una maravilla», resume.

Sin embargo, este experto lamenta que ha habido varias «oportunidades perdidas», como no haber aprovechado las obras para hacer excavaciones arqueológicas de más entidad de las realizadas en el interior del templo.

También cree que se hubieran podido mostrar de nuevo, aunque fuera temporalmente, los llamados ‘mays’, los más de 60 cuadros monumentales que adornaban el templo, retirados durante la Revolución Francesa y que ahora están repartidos por varios puntos del país.

Lacaze entiende que los responsables eclesiásticos hayan querido sustituir el mobiliario del interior, algo que considera «normal» en la vida de un templo, aunque considera que las sillas elegidas «son más propias de un espacio de ‘coworking'».

COMO UN AVE FÉNIX

Símbolo del avance de las obras, el nuevo gallo de cobre fue colocado en diciembre del año pasado a 96 metros de altura, y en su interior se colocaron algunas reliquias cristianas y un pergamino con el nombre de casi 2.000 personas que trabajaron en la reconstrucción de la aguja.

El gallo tiene 90 centímetros de alto y sus alas tienen forma de llama, una forma de mostrar que Notre Dame es un nuevo ave fénix que se levanta de sus cenizas.

Con la parte más importante de la obra puramente física cerca de su final, los trabajos de los últimos meses se han centrado en asuntos importantes pero de menor envergadura, como pintura, instalación de mobiliario o retirada de material.

Por ejemplo, afinar los 8.000 tubos del órgano ha costado seis meses de trabajo al maestro responsable del instrumento, Christian Lutz.

En cifras, las obras utilizaron más de 2.000 robles para la madera, 1.000 metros cúbicos de nueva piedra para las bóvedas destruidas y los muros dañados.

También se han limpiado 42.000 metros cuadrados de superficies de piedra, se han restaurado o limpiado 2.000 estatuas y elementos de decorado y se han colocado 4.000 metros cuadrados de plomo fundido.

A pesar de su reapertura, Notre Dame no dirá adiós a los andamios, que seguirán durante otros tres años más en su lado oriental, en el ábside, para concluir unas obras de saneamiento de sus muros que ya debían haberse hecho hace tiempo.

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