La nueva aerolínea militar mexicana inició operaciones el martes con un vuelo de Ciudad de México al turístico destino de Tulum, en el caribe mexicano, en lo que supone un nuevo impulso a la militarización no sólo del sector de la aviación sino de diversas actividades del país.
La nueva apuesta comercial del Ejército cubrirá con boletos baratos 14 rutas a las que se sumarán posteriormente otros cuatro destinos, entre ellos varios enclaves turísticos del Pacífico, de la península de Baja California y de la de Yucatán, en el sureste del país.
La reactivación de Mexicana de Aviación —una aerolínea que hizo su primer vuelo en 1921, fue privatizada en 1990 y quebró en 2010— fue celebrada con bombos y platillos por el presidente Andrés Manuel López Obrador que transmitió en vivo el despegue del primer avión durante su conferencia de prensa matutina.
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La aerolínea será gestionada por una empresa militar que también administra aeropuertos, trenes –entre ellos el turístico y polémico Tren Maya—, construye hoteles y que, según el presidente, pretende encargarse también del desarrollo cultural y turístico de México.
“Necesitamos que una institución fuerte del Estado mexicano sea la encargada de manejar todas estas nuevas obras públicas que se están haciendo”, afirmó López Obrador en referencia a las Fuerzas Armadas.
Desde que asumió el poder en 2018, los militares han ido sumando poder y funciones, desde la seguridad y el control de la migración, las aduanas y los puertos a la construcción de grandes obras de infraestructura o la administración de ciertos servicios turísticos. Ahora controlan 11 aeropuertos de los en torno a 70 que hay en el país, entre ellos los dos de la capital.
Según el secretario de la Defensa, el general Luis Cresencio Sandoval, la incorporación de los militares a los sectores productivos públicos y privados “es común en otros países desarrollados”.
Sin embargo, pocos —entre ellos Cuba, Sri Lanka, Argentina o Colombia— tienen aerolíneas dirigidas por militares y cuando es así, generalmente son pequeñas compañías con un puñado de aviones de hélice que operan sobre todo en rutas nacionales desatendidas o remotas.
Mexicana de Aviación planea transportar turistas desde las principales ciudades del país a centros turísticos como Tulum, Puerto Vallarta, Zihuatanejo, Acapulco y Mazatlán. Los vuelos se prevén cada tres o cuatro días, principalmente los fines de semana.
Arrancó el martes con cinco aeronaves —tres aviones Boeing y dos más pequeños de la empresa brasileña Embraer para rutas más cortas— pero se rentarán otras cinco más en los primeros meses de 2024, dijo Sandoval. Su base será el aeropuerto militar de la capital, el Felipe Ángeles, gestionado también por el Ejército y muy poco usado por sus malas comunicaciones.
La compañía espera competir principalmente en precio: los primeros 425 billetes vendidos ofrecían precios de unos 92 dólares por el vuelo de Ciudad de México a Tulum, lo que, según el gobierno, era aproximadamente un tercio más barato que las aerolíneas comerciales.
Según el general,Sandoval, la nueva aerolínea será “motor de crecimiento y desarrollo para el sector aéreo nacional” pero admitió que “será un gran reto” ponerla en marcha.
En agosto, en otra conferencia de prensa, dijo que se pretendía rentar los aviones con su tripulación y reconoció que no se espera que la aerolínea sea rentable económicamente hasta 2030, aunque dependerá del éxito que tenga entre los viajeros.
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El proyecto de Mexicana de Aviación supondrá una inversión inicial de más de 250 millones de dólares, 50 de los cuales fueron para la compra de la marca “Mexicana de Aviación” e indemnizar a los casi 7.500 trabajadores que quedaron afectados por la quiebra, explicó en agosto el gobierno.
López Obrador aseguró que el objetivo de todas estas transferencias de poder a manos de los militares son para evitar la corrupción y que “no se regrese a ese periodo tan dañino que fue el neoliberal, el de la privatización de todos estos bienes que eran públicos”.
Para el mandatario, todos estos procesos que tuvieron lugar a fines del siglo pasado fueron un fraude para el pueblo. Pero muchas empresas estatales tenían reputación de ineficacia, mal servicio, corrupción y control político.
Por ejemplo, la compañía que distribuía el papel se negó en ocasiones a vender papel prensa a los periódicos opositores. Y cuando la empresa telefónica era estatal, los clientes tenían que esperar años para que se les instalara una línea y se les exigía que compraran acciones de la compañía para obtener finalmente el servicio.
López Obrador siempre se ha mostrado a favor de potenciar las compañías estatales —por ejemplo, priorizó a las energéticas del Estado pese a los cuestionamientos a la libre competencia— y parece dispuesto a seguir recuperando los servicios que sean posibles “poco a poco, sin violentar el marco legal, en la medida de nuestras posibilidades, conforme lo vaya decidiendo el pueblo”, indicó el martes.