Dos periodistas que compartieron el Premio Nobel de la Paz de este año recibieron sus galardones el viernes durante una ceremonia fastuosa en Noruega, y ambos alertaron que el mundo necesita el periodismo independiente para contrarrestar el poder de los gobiernos autoritarios.
Los galardonados, Maria Ressa, de Filipinas, y Dmitry Muratov, de Rusia, pronunciaron sus discursos en el Ayuntamiento de Oslo. El Comité del Nobel noruego les otorgó el Premio Nobel de la Paz 2021 por sus luchas por la libertad de expresión en países en los que los reporteros han enfrentado ataques, acoso y asesinatos.
“Sí, gruñimos y mordemos. Sí, tenemos dientes afilados y un fuerte agarre”, dijo Muratov sobre los periodistas. “Pero somos el requisito indispensable para el progreso. Somos el antídoto contra la tiranía”.
Muratov también aprovechó su discurso para dar una fuerte advertencia sobre la posibilidad de una guerra entre Rusia y Ucrania. Una fuerte presencia soldados rusos cerca de la frontera con Ucrania ha provocado que países de Occidente emprendan acciones para impedir una invasión, aunque el Kremlin niega tener ese plan.
“En las cabezas de algunos geopolíticos locos, una guerra entre Rusia y Ucrania ya no es algo imposible. Pero sé que las guerras terminan con identificar soldados e intercambiar prisioneros”, señaló Muratov.
Ressa, de 58 años, cofundó Rappler, un sitio web de noticias que es crítico del gobierno de Filipinas, en 2012. Muratov, de 59 años, fue uno de los fundadores del periódico ruso independiente Novaya Gazeta en 1993.
Ressa, que es la primera filipina en ganar el Premio Nobel de la Paz, ofreció una sombría evaluación de la industria periodística, diciendo que “la era de la competencia por las noticias ha muerto”.
“Necesitamos que el periodismo independiente sobreviva, primero brindando una mayor protección a los periodistas y defenderlos contra los Estados que atacan a los periodistas”, comentó a la audiencia de unas 200 personas, incluidos miembros de la familia real noruega y funcionarios que se sentaron a un metro de distancia, en una ceremonia afectada por la pandemia de coronavirus. Normalmente, el evento en Oslo cuenta con una audiencia de 1.000 personas.