En Costa Rica aún se observan las mascarillas para evitar la propagación del COVID-19. Foto La Hora/AFP

Aunque aún son visibles las mascarillas en los rostros y los dispensadores de alcohol para desinfectar las manos por doquier, el COVID-19 parece haberle dado a Costa Rica un respiro para el último mes del año.

El miércoles, el Ministerio de Salud de ese país centroamericano anunció que por primera vez en los últimos 17 meses, no se registró ni una sola muerte atribuible al COVID-19.

Tuvieron que pasar 519 días desde el 7 de julio de 2020 para que Costa Rica volviera a ver un «cero» en la casilla de muertes diarias, mientras que la cifra acumulada de esta pandemia se detuvo de momento en 7.324 decesos desde marzo del año anterior. A este primer día sin muertes después de tanto tiempo se agregan números positivos en lo que respecta a contagios: solo durante el mes de noviembre se reportó un 76% menos de personas contagiadas con respecto a octubre.

 

Para estos primeros días de diciembre, la cantidad de nuevos positivos diarios por COVID-19 apenas alcanza los 100 en promedio, muy lejos del máximo de 2.956 nuevos contagios que se reportaron el 7 de septiembre de este año, la cifra más alta en lo que va de la pandemia. De igual manera, se redujeron en gran cantidad las personas hospitalizadas, al punto que ya fue cerrado el Centro Especializado de Atención de Pacientes con COVID-19 (CEACO) y los casos activos hasta el último reporte oficial suman 2.880.

Desde que se detectó el primer caso en Costa Rica, en marzo 2020, se han registrado 567.824 contagios acumulados por COVID-19.

El coordinador de la Maestría en Epidemiología de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA), Juan José Romero, cree que la principal causa de esta drástica caída en la cantidad de contagios es el efecto de la avanzada vacunación. La Caja Costarricense del Seguro Social se puso como meta la vacunación de 4.274.344 personas, de las cuales un 91,3% ya fueron vacunados con una primera dosis, mientras que un 76,6% ya recibió la segunda inoculación.

 

«La mayor explicación para esto es el efecto positivo de las vacunas, este efecto colectivo que producen, comentó Romero a The Associated Press. El epidemiólogo sumó a esto otros factores como el clima, pues desde noviembre Costa Rica inicia el paso desde la estación lluviosa a su «verano», una estación seca caracterizada por más viento, más calor y menos precipitaciones en casi todo el país.

«En esta época la gente tiende a reunirse en espacios abiertos; en los viajes en bus o carro se busca la ventilación, ya no llueve, eso ayuda mucho», apuntó Romero. El experto también destacó que se ha generalizado la cultura de prevención, por lo que es fácil notar cómo la gente camina y hace sus actividades casi siempre con mascarilla, aun cuando está al aire libre.

Si bien Costa Rica no ha reportado aún ningún caso de la variante ómicron, el buen clima y el estado de la vacunación podrían encontrar al país en un buen momento, considera Romero, mientras se avanza con la aplicación de las terceras dosis, que ya se empezaron a administrarse al personal de salud que atiende esta pandemia.

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