Surtidores de gasolina vacíos, déficit de trabajadores, estantes vacíos en los comercios. Es un otoño de las molestias en Gran Bretaña, aunque no llega a invierno del descontento.
Pero esta semana, Boris Johnson está en su elemento. El primer ministro ha dejado a un lado sus problemas durante la conferencia anual del Partido Conservador para hablar ante un público favorable, posar para fotos y jugar con una bicicleta en un enorme centro de convenciones de Manchester.
Johnson ponía fin el miércoles a la conferencia de cuatro días con un discurso en el que prometía que Gran Bretaña saldría del Brexit y de la pandemia del coronavirus como un país más fuerte y dinámico, aunque la senda siga siendo algo accidentada.
«No hay alternativa», dijo Johnson el martes, repitiendo una frase que empleó la ex primera ministra Margaret Thatcher, una figura emblemática para los conservadores. «Nos puede ir mucho, mucho mejor convirtiéndonos en una economía de salarios más altos, productividad más alta».
Gran Bretaña ha pasado por un periodo complicado en los dos años desde la última reunión en persona del partido del gobierno. Johnson prometió entonces «completar el Brexit» y sacar al país de la Unión Europea tras años de regateos sobre los términos del divorcio.
Esa promesa le valió a Johnson una gran mayoría parlamentaria en diciembre de 2019. Lideró la salida de la UE el año pasado, que puso fin a la integración económica británica con un bloque comercial de casi 500 millones de personas. Gran Bretaña también se ha visto golpeada por una pandemia del coronavirus que ha matado a más de 136.000 personas allí, la cifra más alta de Europa después de Rusia.
La pandemia, que paralizó buena parte de la economía, y el Brexit, que complicó que los ciudadanos de la UE trabajaran en Gran Bretaña, se combinaron para desajustar la economía británica.
Aunque no tan angustiosa como el «Invierno del Descontento» de 1978-79, cuando miles de trabajadores en huelga paralizaron los servicios esenciales y llevaron a la elección de Thatcher, el país ha registrado su crisis más generalizada de los últimos años.
Un déficit de conductores de camiones, debido en parte a retrasos en las pruebas de certificación y a un éxodo de trabajadores europeos, ha estrangulado las cadenas de suministro británicas. Eso ha dejado algunos estantes vacíos en los supermercados, restaurantes de comida rápida que se quedaron sin pollo y gasolineras sin gasolina.
Tras más de una semana de problemas en el suministro de combustible, el gobierno desplegó al Ejército esta semana y decenas de soldados empezaron a manejar camiones cisterna. También se han anunciado 5.500 visas de corta estancia para que camioneros extranjeros viajen a Gran Bretaña.
Otros sectores con problemas dicen que no han recibido la misma ayuda rápida. Criadores de cerdos protestaron fuera de la conferencia conservadora afirmando que la escasez de carniceros en mataderos implicaba que miles de cerdos tendrían que ser sacrificados en las granjas y terminarían en vertederos en lugar de en la cadena alimentaria.
Meryl Ward, ganadera del centro de Inglaterra, dijo que era «una completa locura» que el gobierno se negara a emitir visas a un pequeño número de carniceros europeos con experiencia para aliviar la crisis.
«Es un completo y absoluto desperdicio», dijo.
Johnson ha dicho que los negocios tendrán que capear el temporal subiendo salarios, mejorando el pago y las condiciones para conseguir que trabajadores británicos ocupen los puestos vacantes. Señaló que demasiados sectores de la economía británica dependieron de trabajadores del este de Europa dispuestos a hacer trabajos duros por bajos salarios, y prometió que Gran Bretaña no volvería «al viejo modelo fallido de salarios bajos, trabajo poco cualificado».
Aunque Johnson argumenta que pertenecer a la UE presionaba los salarios a la baja -una afirmación disputada por muchos economistas-, ha restado importancia al efecto del Brexit en los problemas económicos del país y señala que también faltan camioneros en Estados Unidos y China. Los críticos señalan que esos países no tienen también los huecos vacíos que se ven en los comercios de Gran Bretaña.
Johnson dijo que los problemas de la cadena de suministro son sólo «las presiones y tensiones que se esperan cuando un gigante se despierta» y añadió que Gran Bretaña se está recuperando deprisa tras sufrir la contracción más brusca de las grandes economías durante la pandemia.
El desempleo está por debajo del 5%, aunque el final este mes de un programa que pagaba los salarios de millones de trabajadores en despidos temporales podría aumentar esa cifra.
Muchos conservadores temen que el invierno pueda golpear los bolsillos de los votantes debido a un aumento en los costes del combustible y a una reducción en las prestaciones sociales de millones de personas, que entra en vigencia esta semana.
Esto podría complicar que Johnson alcance su objetivo de «subir de nivel» a Gran Bretaña extendiendo las oportunidades económicas más allá del sur de Inglaterra, donde se centran la mayoría de los negocios e inversiones. Esa promesa le ayudó a ganar votos de clase trabajadoras en zonas que habían sido bastiones durante años del Partido Laborista, de centroizquierda.
«El Partido Conservador ha cambiado», dijo Michael Gove, que recibió el sonoro título de secretario de Estado para Subir de Nivel, Vivienda y Comunidades.
Gove afirmó que el partido que recortó el gasto público durante una década a partir de 2010 con los predecesores de Johnson ha rechazado un modelo económico «en el que los frutos del crecimiento no se compartían de forma equitativa y no se valoraban por igual los talentos de todos».
Los votantes juzgarán algún día si los conservadores han cumplido sus promesas. Pero por ahora, la mayoría de los sondeos dan ventaja al partido sobre un Partido Laborista desmoralizado, y los delegados en Manchester estaban tan entusiasmados como su líder, famoso por su carácter incontrolable.
Los asistentes llenaron los salones de reuniones y bebieron vino en recepciones acaloradas como si los meses de cuarentena, mascarillas y distanciamiento social fueran un mal sueño.
El Partido Conservador de Johnson era visiblemente más joven, diverso y menos dominado por adinerados residentes del sur de Inglaterra de lo que había sido en años.
«No habrías visto esto hace 10, 15 años, tanta gente del norte llegando para apoyar al Partido Conservador», dijo Max Darby, delegado nacido en Scunthorpe, en el norte de Inglaterra. «Creo que Boris tiene que estar haciendo algo bien si la gente como yo está más que contenta, de hecho orgullosa, de votar conservador».