El Pentágono se retractó de su descripción de un ataque con drones que mató a varias personas en Afganistán el mes pasado, y dijo que una revisión reveló que sólo murieron civiles en el ataque, y no un extremista del Estado Islámico como se creyó en un principio.
«El ataque fue un trágico error», reconoció Frank McKenzie, general de la Infantería de Marina y jefe del Comando Central de Estados Unidos, en una conferencia de prensa en el Pentágono.
McKenzie ofreció disculpas por el error y dijo que Estados Unidos sopesa efectuar pagos de indemnización a la familia de las víctimas. Dijo que la decisión de atacar un sedán Toyota Corolla blanco, tras haberlo rastreado unas ocho horas, se tomó con la «creencia sincera» –basada en un estándar de «certidumbre razonable»– de que representaba una amenaza inminente para las fuerzas estadounidenses en el aeropuerto de Kabul. Se creía que el vehículo transportaba explosivos en su maletero, señaló.
Durante días después del ataque del 29 de agosto, los funcionarios del Pentágono afirmaron que se había llevado a cabo correctamente, a pesar de que 10 civiles murieron, entre ellos siete niños.
Posteriormente organizaciones noticiosas pusieron en duda esa versión de los hechos, reportando que el conductor del vehículo atacado era un empleado de una organización humanitaria estadounidense desde hacía mucho tiempo, además de señalar la ausencia de pruebas que apoyaran la afirmación del Pentágono de que el vehículo contenía explosivos.
El ataque aéreo fue el último de una guerra estadounidense que llegó a su fin tal y como había comenzado en 2001: con el Talibán en el poder en Kabul. La velocidad con la que los talibanes se apoderaron del país tomó por sorpresa a Washington y lo obligó a enviar varios miles de efectivos al aeropuerto de la capital afgana para efectuar una evacuación apresurada de estadounidenses, afganos y otras personas. La evacuación, que comenzó el 14 de agosto, se llevó a cabo bajo una amenaza casi constante de ataques por parte de la filial del Estado Islámico en Afganistán.
McKenzie, que supervisó las operaciones militares estadounidenses en ese país, incluyendo una evacuación final de fuerzas de Estados Unidos y de más de 120,000 civiles del aeropuerto de Kabul, expresó sus condolencias a la familia y amigos de los fallecidos.
Antes del ataque, funcionarios estadounidenses de inteligencia habían indicado que había una probabilidad de que un Toyota Corolla blanco fuese usado en un ataque contra fuerzas de Estados Unidos, dijo McKenzie. La mañana del 29 de agosto se detectó un vehículo así en un complejo en Kabul que la inteligencia estadounidense determinó en las 48 horas previas que fue usado por el grupo Estado Islámico para planear y facilitar ataques. El vehículo fue rastreado por drones de Estados Unidos desde ese complejo a numerosos sitios más en la ciudad antes de que se tomara la decisión de atacarlo en un punto a sólo unos kilómetros del aeropuerto de Kabul, señaló McKenzie.
«Es evidente que nuestra inteligencia estaba equivocada en lo que respecta a este Toyota Corolla blanco en particular», reconoció.
El secretario de Defensa, Lloyd Austin, en una declaración escrita, se disculpó por lo que llamó «un error horrible».
«Ahora sabemos que no había ninguna conexión» entre el conductor del vehículo y el grupo Estado Islámico, y que las actividades del conductor ese día eran «completamente inofensivas y no estaban en absoluto relacionadas con la amenaza inminente a la que creíamos que nos enfrentábamos», dijo Austin.
El general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto, dijo a los periodistas dos días después del ataque que parecía haber sido un ataque «justificado» y que al menos una de las personas muertas era un «facilitador» de la filial afgana del grupo Estado Islámico, la cual había matado a 169 civiles afganos y 13 militares estadounidenses en un atentado suicida el 26 de agosto en el aeropuerto de Kabul.
Tras las declaraciones de McKenzie del viernes, Milley expresó su pesar.