El expresidente nicaragüense, Enrique Bolaños Geyer, un político y empresario opositor al sandinismo que durante su mandato se destacó por perseguir la corrupción y enviar a la cárcel a su antecesor liberal Arnoldo Alemán por fraude y lavado de dinero, falleció a los 93 años, informó su familia hoy en un comunicado.
Nacido en la ciudad de Masaya, el 13 de mayo de 1928, Bolaños estudió en colegios católicos y se graduó de ingeniero en Saint Louis University, Missouri, Estados Unidos. Luego cursó el Programa de Alta Gerencia del Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (INCAE) para directivos y presidentes de empresas.
Padre de cinco hijos, varios de ellos empresarios y de los cuales tres fallecieron, fue directivo en la década de 1950 de un consorcio algodonero que llegó a ser el más importante de Nicaragua y de numerosas compañías privadas en las dos décadas siguientes.
Como líder empresarial, fue director de la Cámara de Industrias de Nicaragua, CADIN, (1979-1986); presidente del Consejo Directivo del Instituto Nicaragüense de Desarrollo, INDE, (1983-1986) y presidente del Consejo Superior de la Empresa Privada, COSEP, (1983-1988).
Tras la caída del dictador Anastasio Somoza, derrocado en 1979 por la guerrilla del Frente Sandinista, Bolaños sufrió la confiscación de más de 10 empresas por parte del gobierno revolucionario, que el actual mandatario Daniel Ortega presidió entre 1985 y 1990.
«Durante el gobierno del Frente Sandinista, desde la presidencia del COSEP desarrolló una valiente y tenaz lucha en defensa de los derechos humanos y las libertades individuales, por lo cual fue objeto de un par de arrestos y confiscación de todo el patrimonio familiar en 1985», indica su biografía publicada en la biblioteca Enrique Bolaños, un centro de documentación digital que el exgobernante creó en 2011 para «recopilar, preservar y divulgar información política, cultural, jurídica e histórica».
En 1996 Bolaños fue elegido candidato a vicepresidente de Nicaragua por la Alianza Liberal de derecha cuyo líder, Alemán, ganó las elecciones presidenciales de ese año con el 51% de los votos relevando a la exmandataria Violeta Chamorro (1990-1996), que había derrotado en las urnas a Ortega seis años antes.
Para las elecciones de 2001, Bolaños lanzó su candidatura apoyado por sus amigos liberales y ganó la presidencia con el 56,3% de los votos. Los lemas de su campaña, en la que prometió «gobernabilidad, democracia y transparencia», los materializó al enviar a un juicio por corrupción a Alemán, su antiguo compañero de fórmula.
Alemán, líder del Partido Liberal Constitucionalista, fue acusado de fraude, peculado, lavado de dinero y malversación de fondos públicos y condenado a 20 años de prisión de los cuales cumplió seis, en su mayoría bajo arresto domiciliario. Fue absuelto en 2009 bajo la administración de Ortega, que había retomado el poder dos años antes.
El gobierno de Bolaños promovió el empleo en zonas francas e inversiones en turismo y agricultura. Sin embargo, sus adversarios lo acusaron de favorecer con sus proyectos a los sectores empresariales y no a las poblaciones más pobres del país. También impulsó el Tratado de Libre Comercio de Centroamérica con Estados Unidos (DR-CAFTA) y las negociaciones para un Acuerdo de Asociación Unión Europea-Centroamérica, suscrito finalmente en 2012.
A nivel político, su administración (2002-2007) enfrentó bloqueos de carreteras y huelgas de estudiantes y transportistas afiliados a sindicatos del Frente Sandinista, cuyos diputados en el Parlamento mantuvieron una férrea oposición que paralizó el Legislativo en varias ocasiones.
Bolaños denunció en 1998 un arreglo político negociado en secreto entre Ortega y Alemán, mediante el cual sandinistas y liberales se repartieron el control del Poder Judicial, del Consejo Supremo Electoral y de otros organismos importantes del Estado.
El mismo pacto llevó a reformar la Ley Electoral y reducir del 455 a 35% el porcentaje mínimo para ganar la Presidencia, lo que le permitió a Ortega retornar al poder en 2006 con apenas el 38% de los sufragios.
Tras la revuelta social contra Ortega en 2018, que dejó más de 300 muertos a manos de la policía y paramilitares, según organismos de derechos humanos, Bolaños cuestionó la represión y llamó al diálogo al gobierno sandinista. «Yo nunca ordené disparar» a las manifestaciones, declaró a una publicación local.
«Para construir una Nicaragua soñada tenemos que vencer los grandes vicios que han caracterizado nuestra sociedad: la corrupción, la perversión en el uso del poder, el caudillismo y el populismo», dijo Bolaños en otra entrevista. De no lograrlo, advirtió, «el futuro será más de lo mismo».