La decisión anunciada ayer por el Presidente Bernardo Arévalo, en el sentido de derogar la disposición que imponía la obligatoriedad del seguro en corto plazo, constituye una decisión importante que debe servir al gobierno para entender la enorme importancia de mantener una fluida y sana comunicación con la ciudadanía y repensar estrategias para articular las decisiones más importantes. El seguro obligatorio está ordenado por la ley desde hace muchos años y no había sido implementado pese a la enorme cantidad de accidentes que tienen un alto costo, tanto en vidas humanas, como por los daños materiales y personales a cientos de miles.
Es indiscutible la necesidad de esa cobertura que permita el resarcimiento de los daños causados por los percances viales y, como dijo Arévalo, pese al mandato legal, ningún gobierno quiso entrarle a un tema que consideramos crucial para contribuir, junto a otras medidas como la implementación de acciones firmes en el control del tránsito para disminuir los riesgos y compensar los daños. Como el tema del seguro, hay infinidad de asuntos pendientes que los gobiernos han postergado y que deben irse implementando, lo cual puede causar malestar en algunos sectores de la sociedad que puedan sentirse afectados, sobre todo al no entender el beneficio global que se puede lograr.
En La Hora dijimos esta semana que la necesidad del seguro es absoluta, pero que el gobierno no había tenido una buena política de comunicación y ni siquiera se habló con las aseguradoras para conocer, de manera clara y concreta, cuál sería el impacto económico y cómo se podía estructurar un producto que operará de manera distinta al seguro común de vehículos que tienen muchos ciudadanos. La disposición del gobierno no es dejar totalmente sin efecto la medida sino tomar un compás de espera para alcanzar acuerdos con la sociedad, pero para ello es indispensable que se entienda el valor y sentido de la estrategia y la comunicación en el ejercicio del poder.
Por excelente que sea una idea, si no es adecuadamente presentada a la opinión pública puede generar descontento, sobre todo cuando es claro que vivimos en una sociedad polarizada en la que el manoseo de la desinformación abunda y se propaga a velocidad de rayo en las redes sociales. Mientras menos clara sea la comunicación del gobierno más terreno deja para que sus adversarios, especialmente los que pretenden preservar el sistema de corrupción, hagan uso de ese mecanismo para crear confrontación y seguir desgastando al régimen.
La lección de esta semana es clarísima pues la paralización que se produjo por los bloqueos en las redes viales fue incitada de manera maliciosa, pero ejecutada por mucha gente que realmente sintió que, lejos de beneficiarlos, los golpearía por el tema de los costos, sin medir ni entender los beneficios.
Si hubieran dado las explicaciones concretas de los costos y beneficios, además de las opciones y su forma de operar y se discute el tema entre la opinión pública, seguramente se limita el campo de acción de quienes buscan cualquier oportunidad para sembrar odio y generar división.