En esta semana tiene que quedar aprobado el Presupuesto General de la Nación, mismo que ha sido objeto de muchas negociaciones en el seno del Congreso, las cuales permitieron avanzar con algunas leyes como la de Competencia que ha sido objeto de numerosos análisis, tanto de quienes la apoyan y defienden como de sus detractores. El oficialismo no tiene el número de diputados necesario para impulsar su propia agenda y se ha visto obligado a recurrir a negociaciones con representantes de otras bancadas para lograr el respaldo a algunas de sus propuestas.
Como ha ocurrido en otras ocasiones, el tema de los Consejos de Desarrollo y el manejo de abundantes recursos mediante esa vía ha sido uno de los elementos clave para alcanzar esos acuerdos; no es primera vez que ello ocurre en el Congreso porque desde hace ya décadas ese tipo de pactos han facilitado la operación de auténticas aplanadoras que terminan respaldando al oficialismo que se porta gamonal con algunas asignaciones presupuestarias.
Es indispensable que abordemos una reforma legal a la Contraloría General de Cuentas (CGC) de la nación para que esta pueda entrar a fiscalizar previo a la ejecución del gasto, es decir, desde las bases que se crean y el rol de las juntas de licitación y las unidades ejecutoras. Sin esa gran modificación a la matriz legal, no se puede mejorar sustancialmente la calidad del gasto y eso fue lo que el elector demandó en las urnas.
Y más allá del tema del Presupuesto el Congreso tiene una gran cantidad de asuntos que son de interés casi vital para el oficialismo, aunque no pareciera existir una clara estrategia para impulsar determinadas normas que puedan facilitar el objetivo esencial de cumplir con el mandato popular en las urnas para combatir la corrupción. Tanto en el mismo Ejecutivo como en el tema parlamentario no se puede hablar de una definida línea política alrededor de la cual estén girando las acciones que se adoptan como resultado de esas negociaciones que se realizan tras bambalinas y cada vez va quedando la sensación que hay dos facciones dentro del mismo oficialismo y eso no es bueno para el país.
Vimos cómo se logró asegurar una mayoría importante para la elección de la Junta Directiva del Congreso para el año próximo, lo que hizo suponer que era el principio de un amplio acuerdo para avanzar con la aprobación de cuestiones que el gobierno puede considerar como vitales para poder cumplir su compromiso con la gente, pero los últimos sucesos dan a entender que no hay tales y que no se produjo la articulación necesaria.
Vuelve a notarse, en ese sentido, la incapacidad manifiesta para generar acciones políticas que puedan dar más solidez al gobierno y lo identifiquen plenamente con la ciudadanía que se volcó a las urnas con la ilusión y esperanza de que ello podría ser el punto de partida para esa soñada transformación, misma que sigue pareciendo inalcanzable dada la precisa y muy vigorosa articulación que tienen quienes están comprometidos con la impunidad y la preservación del orden actual.