Uno de los campos más sensibles en cuanto a los efectos de la corrupción es el de la infraestructura del país, puesto que durante años se construyeron verdaderos mamarrachos diseñados para robar, pero no para durar; para ningún gobierno podía ser fácil entrarle a un tema tan complejo y que afecta a tantas personas, dada la dimensión de los daños, pero aun entendiendo toda esa compleja situación, es obvio que el Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda -MICIVI- no ha sabido encontrar el rumbo para, por lo menos, aliviar la pesada carga que para los guatemaltecos y para la economía del país significa ese descalabro.
Ciertamente, las lluvias no han ayudado, pero las mismas no son algo extraordinario sino parte de la normalidad de todos y cada uno de los inviernos, razón por la cual el diseño de las obras tiene que ser más cuidadoso y su ejecución más supervisada; “megaobras” como la de Chimaltenango merecen ese calificativo simplemente por las “megaganancias” que les dejaron a las autoridades, pero ya sabemos que no hubo el menor cuidado para planificar algo duradero y efectivo para mejorar el tránsito.
En el actual gobierno el MICIVI ha estado bajo la dirección de dos ministros y, tristemente, nadie ha sabido encontrar el rumbo que debe tomar una institución tan importante para la vida diaria de los guatemaltecos y para la economía del país con el transporte de bienes y servicios.
Estamos en una situación en la que la parsimonia parece ser la característica de las autoridades que no muestran ningún aire con remolino con el propósito de empezar a componer las cosas que encontraron hechas un desastre. Es cierto que la calamidad no fue causada por este gobierno, pero también lo es que no han sabido realizar la planificación necesaria para, cuando menos, empezar a hacer algo positivo, pues seguimos padeciendo los mismos problemas y aquella esperanza que se abrió para muchos guatemaltecos en enero de este año, se está desvaneciendo.
El papel de la ministra Jazmín De la Vega, arquitecta de profesión, y luego el de Félix Alvarado, médico con doctorado en administración pública, evidencia que es clave quién tome las riendas de un ministerio que está carcomido por la corrupción. Lo menos que podía esperarse de ambos era el desnudar la operación de las mafias para que la gente dimensione la realidad y el diseño de un plan de rescate de la infraestructura, pero los ciudadanos que necesitan movilizarse por las carreteras comprueban diariamente que lejos de lograr aunque sean pequeños avances, seguimos en pleno retroceso.
Es necesario que el Presidente entienda la enorme y hasta irreversible trascendencia de tales decisiones.