En la foto: José Armando Ubico Aguilar. Foto La Hora / envato - Diseño La Hora / Alejandro Ramírez

La fulgurante carrera política de José Armando Ubico Aguilar luego de haber sido condenado en Estados Unidos por narcotráfico, refleja a cabalidad la podredumbre de nuestro sistema político porque en cualquier sociedad decente un individuo con su trayectoria no podría siquiera aspirar a ser representante del pueblo, pero aquí se le encumbró hasta para ejercer influencia en el mismo Ejército. Cuando el partido TODOS lo postuló como candidato, el dueño de la entidad, Felipe Alejos (quien le birló el partido a Roberto Alejos), sabía perfectamente el historial de Ubico, igual que los magistrados de la época en el Tribunal Supremo Electoral (TSE) que lo inscribieron.

Nunca sabremos cuánto pagó por la inscripción ni lo que le costó la campaña para ser electo por los ciudadanos del departamento de Sacatepéquez, pero si sabemos que tanto Jimmy Morales como Alejandro Giammattei los arroparon, a él y a Alejos, como aliados importantes para el oficialismo durante los ocho años de sus dos períodos presidenciales. El hecho de que fuera electo para presidir la Comisión de Defensa Nacional no puede pasarse por alto, dados sus antecedentes y el papel que supuestamente tienen que jugar las fuerzas armadas en el control territorial en temas relacionados con el tráfico de droga. El partido TODOS sabía qué hacía cuando lo designaron para esa comisión.

Se dio el lujo de colocar en la Jefatura de Estado Mayor de la Defensa a un militar muy allegado a él, lo que por supuesto tuvo que ser pactado con el Presidente de la época en su calidad de Comandante General del Ejército. ¿Qué instrucciones recibió ese oficial y cuáles fueron las intenciones de su nombramiento? Posiblemente ahora que negociará con la Fiscalía de Texas para reducir su condena diga algo de cómo fue que pudo operar tan libremente y con tanto peso político a pesar de que era pública la condena que recibió en el año 2003.

La existencia de políticos largos y sinvergüenzas es ampliamente conocida y, en buena medida, responsabilidad de los electores que les dan su voto para que amasen millones disponiendo de poder para manosear el presupuesto, pero que durante ocho años haya estado en el Congreso (aplaudido por los dos presidentes de esos períodos) alguien que ya había sido condenado por narcotraficante, desborda cualquier nivel de tolerancia y pinta de cuerpo entero la porquería que caracteriza a una buena mayoría de la política nacional.

No puede sorprender, desde luego, el poder que le dio el mismo Congreso y los elogios sobre su persona que fueron tan marcados en tiempo de Giammattei, quien contó con Ubico y Alejos en el Congreso a cambio de concesiones para darles control de piezas clave como podría ser el Ejército y la Dirección de Migración.

Desafortunadamente el caso Ubico es apenas una mancha más al tigre porque sus aliados y amigos seguirán haciendo micos y pericos desde posiciones de poder y eso es lo que los guatemaltecos más comprometidos deben atinar a cambiar con acuerdos que nos permitan avanzar.

Redacción La Hora

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