Foto La Hora / Consejo Departamental de Desarrollo Santa Rosa - Diseño: Roberto Altán

De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno reza un viejo y bien fundamentado refrán; cabalmente eso ocurrió con el buen deseo de democratizar el ejercicio de las funciones públicas asignando a los Consejos Departamentales de Desarrollo la facultad de proponer al Presidente ternas para la designación de Gobernadores para cada departamento. La idea era empoderar a los grupos de la sociedad dentro del concepto de descentralización y pensando que los dirigentes locales son quienes saben precisamente lo que se necesita en cada localidad.

Le hemos puesto mucha atención al control total que los amantes de la corrupción hicieron de los tres poderes del Estado, de entidades autónomas como la Universidad o el Deporte y todo el resto de instituciones públicas que entraron a esa inmensa maraña en la que el fin supremo es hacer negocios que permitan llenar maletas con millones de quetzales. Pero no pensamos en instituciones aparentemente de menor jerarquía, como los Consejos de Desarrollo y por ello no nos percatamos que allí se canalizan millonarias sumas que se aprueban anualmente para, supuestamente, invertir en el desarrollo de las comunidades.

Esos Consejos tienen gran importancia en la decisión sobre las inversiones que se hacen en cada departamento del país y precisamente por ello es que los contratistas les pusieron el ojo y junto a los políticos corrompieron lo que debió ser una sana forma de participación social. La Constitución dice únicamente que el Presidente nombra a los gobernadores, pero mediante una ley se facultó a los Consejos para postular ternas con la idea de democratizar el proceso y se terminó viciando como ha pasado con todo porque en nuestro país los operarios de la corrupción no dejaron árbol parado.

Cuando los ciudadanos dimos en las urnas el mandato de combatir la corrupción no dimensionamos la magnitud de esa tarea puesto que no hay ámbito en el que no esté presente la mafia que viene controlando al país desde hace ya varios años y que tiene absoluto control de la institucionalidad. Sinceramente pensamos que ni los ciudadanos ni los políticos que recibieron el mandato de los votantes llegamos a comprender el tamaño de esa maraña, tan deliberada y cuidadosamente armada.

Decimos esto no para desanimar a nadie sino para que entendamos la magnitud del reto que tenemos enfrente; no son únicamente los miembros de partidos mafiosos los que han sacado inmensa raja a la corrupción, sino que ellos, los políticos, supieron involucrar a una enorme cantidad de personas y sectores que hoy son excelentes peones en la defensa del burdo sistema. Y ello nos obliga a todos, ciudadanos y autoridades actuales, a redoblar el esfuerzo y apretar más las tuercas para lograr el resultado que exigimos.

Redacción La Hora

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