Esta mañana fue detenido el ex ministro de Gobernación, general Napoleón Barrientos, acusado de incumplir la orden de reprimir a los manifestantes que se pronunciaron contra las primeras acciones del Ministerio Público en contra del proceso electoral en el que se produjo el fuerte mandato popular de acabar con el régimen de la corrupción en el país. Barrientos, afirmando que él es un Soldado de la Democracia, terminó renunciando al cargo que desempeñaba en el gobierno de Alejandro Giammattei y como consecuencia de ello, y para que su sucesor tenga claro lo que le espera si no reprime a los manifestantes, se ejecutó hoy su detención.
A tres días del traspaso de poderes que establece la Constitución, el plan en contra de la democracia no se detiene y se evidencia la falsedad de las expresiones de Giammattei ante la Organización de Estados Americanos en el sentido de que él está comprometido con la transmisión de mando. Se habla ya de una orden de captura ilegal en contra de la vicepresidenta electa, Karin Herrera, por lo que se ha presentado un Amparo, tomando en cuenta que los funcionarios electos gozan del derecho de antejuicio, situación que deliberadamente es obviada por el Ministerio Público y el juzgado ad hoc que conoce el caso de la Usac.
Ayer decíamos que se vienen horas críticas porque no hay la menor duda de que el empeño por violentar el orden constitucional sigue su marcha. Giammattei dice, burlonamente, que los Golpes de Estado solo existen cuando se derroca a un presidente, pero todos sabemos que cualquier ruptura del orden establecido en la Constitución Política de la República tiene esa categoría. Serrano dio un Golpe de Estado con el Serranazo y fue lo que le costó salir del país y vivir para siempre en ese exilio dorado que le permitió la fortuna amasada de mala manera.
La captura este día de Napoleón Barrientos evidencia el carácter vengativo del régimen de Giammattei que no perdona, pero también debemos entenderlo como un claro mensaje para quienes tienen ahora el control de la fuerza pública, en el sentido de que no aceptarán vacilaciones a la hora de ordenar la brutal represión de cualquier manifestación en defensa de la democracia. Con ello se materializan las preocupaciones expresadas en el editorial de ayer respecto a lo agitado de estas horas que se vienen y la clara y evidente determinación que tienen Giammattei y Miguel Martínez, como líderes del sistema de corrupción, de usar el cooptado aparato de justicia para descarrilar la democracia.
Obviamente el asunto no termina con la captura de hoy y no cabe ya ninguna duda de que la avalancha sigue su curso.