La falta de oportunidades para asegurar el sustento de sus familias o la búsqueda de más ingresos para transformar realidades, ha provocado que millones de guatemaltecos viajen en condiciones de alto riesgo hacia Estados Unidos para lograr, mediante un trabajo eficiente y altamente apreciado en ese país, ingresos suficientes para enviar remesas a sus familiares que quedaron acá y quienes pueden satisfacer sus necesidades gracias a ese inmenso sacrificio. Al conmemorarse hoy el Día Internacional del Migrante es obligado referirnos a ese fenómeno social que desplaza a tanta gente y que, en el caso de Guatemala, se ha visto incrementado por la perversión de la función pública que dejó de trabajar por el bien del ciudadano porque se centró en la corrupción.
A mayor corrupción mayor abandono de la atención a las necesidades sociales y eso ha significado para muchísima gente la necesidad imperiosa de migrar para poder mantener a sus familias. Diariamente, son muchos los chapines que emprenden la travesía (demasiados han muerto en el empeño) que les permite ver de manera inmediata algún fruto mayor producto de su dedicación; aquella idea, popularizada a mediados del siglo pasado, de que el pobre lo era por haragán, se hizo añicos cuando nuestra gente con menos recursos demostró su vocación a la eficiente realización de distintos oficios, tanto así que la economía del país crece en gran parte gracias a las multimillonarias remesas.
Los gobiernos presumen de sus “logros” en materia macroeconómica, pero nunca dan la importancia que tiene ese constante crecimiento de las remesas familiares que superan el ingreso de divisas generado por cualquier producto de exportación. Menosprecian tanto el impacto de las remesas que ni siquiera se preocupan por diseñar políticas eficientes de atención a esos millones de guatemaltecos, a los que obtener documentos o certificaciones que emite el Gobierno se les puede volver una verdadera odisea.
El gobierno anterior negoció con Estados Unidos el acuerdo de un país seguro a cambio de que les ayudara a acabar con la lucha contra la corrupción, en vez de negociar para obtener siquiera un Estatus de Protección Temporal (TPS) para los guatemaltecos, esos que se volvieron a sentir ofendidos ahora cuando otro Álvaro Arzú, el hijo, menosprecia a los que están fuera y no pueden volver al país.
Ojalá el futuro gobierno pueda lograr con las autoridades de Washington algo de lo mucho que ofreció Giammattei a los migrantes, por los que no hizo absolutamente nada más que extender la mano para recibir el beneficio de los casi 70 mil millones de dólares enviados durante su tristemente célebre período presidencial en el que todo giró alrededor de su propio enriquecimiento y el de sus cómplices en el saqueo del país.