Por lo general los ciudadanos se centran, al momento de reflexionar su voto, en la Presidencia y Vicepresidencia así como en las Corporaciones Municipales cuyo trabajo les afecta directamente, sin poner mayor atención a las curules del Congreso de la República, acaso por la gran cantidad de nombres que figuran en las papeletas y por el desprecio que generan la mayoría de los diputados. Pero resulta que ese sufragio, el que se emite para designar a los integrantes del Organismo Legislativo, resulta siendo crucial porque es lo que conforma el nido principal de la corrupción.
Tenemos que entender la importancia de la aprobación del presupuesto, los muchos asuntos asignados al Congreso y las designaciones, como las que se hacen para integrar las Cortes y Salas de Apelaciones, además de otros importantes cargos de la estructura y andamiaje de la administración pública. Y la imposibilidad de emitir el voto nominal, como debiera de ser, hace que se vote por planilla, lo que convierte a ciertos partidos políticos, como la UNE (para citar un ejemplo), en pivote crucial para la realización de todos los actos que han generado ese sucio control de la institucionalidad del país.
Eligiendo por planilla ni siquiera se piensa en las características de las personas que llegarán al Congreso y el resultado es funesto para el país; desde hace muchos años el Congreso se ha convertido en un centro de oscuros negocios, situación que no viene de ahora sino lleva décadas pasándonos factura a los ciudadanos. Recordemos que Serrano se molestó porque el Congreso le chantajeaba reclamando mordidas por cada aprobación que convenía a la Presidencia y él no quería compartir en absoluto las ganancias que genera el poder corrupto.
En vez de denunciar a los chantajistas, porque ellos podían también evidenciar los sobornos, dispuso cerrar el Congreso en lo que conocemos como el Serranazo, acción que tuvo su origen en ese sucio papel que viene jugando desde hace tiempo el poder Legislativo. Ahora son esos diputados, que no representan al pueblo sino sus propios intereses, quienes decidirán sobre los antejuicios maliciosos presentados por el Ministerio Público contra el Tribunal Supremo Electoral con la intención de “bajarse” las elecciones.
Es responsabilidad del ciudadano ese descontrol y podredumbre que hay en el ejercicio del poder Legislativo porque son esos votos los que dieron lugar a esa diabólica conformación de un importante poder del Estado. Y todos hablamos mal de la mayoría de diputados, con razón, pero no reparamos en que están allí por una decisión soberana, no impuesta, de un pueblo que no toma conciencia de las consecuencias de un voto irreflexivo que se emite para elegir por planilla a gente sinvergüenza y que responden a muchos intereses, incluidos los del crimen organizado.