Editorial
El presidente de la República, Alejandro Giammattei, brindó su discurso en la sesión No. 78 de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, el martes 19 de septiembre de 2023. Foto: Alejandro Giammattei

En su discurso en Naciones Unidas, Alejandro Giammattei se pintó como un presidente respetuoso de la ley y de la voluntad popular, pero todo ello lo borró cuando se quejó de la “injerencia internacional” que existe respecto al proceso electoral y las consecuencias de las absurdas acciones emprendidas por el Ministerio Público (MP) bajo la dirección de Consuelo Porras y Rafael Curruchiche. Giammattei sabe perfectamente que la Organización de Estados Americanos (OEA) no realiza observación electoral en ningún país, salvo que la misma sea solicitada por la nación misma, mediante los canales diplomáticos correspondientes.

Fue Guatemala la que solicitó a la OEA su presencia para dar acompañamiento y certificar el tipo de proceso electoral que tenemos en el país; el mismo Giammattei invitó formalmente a Luis Almagro, Secretario General de la OEA, para venir y hasta lo colocó en lugar destacado en el inicio del proceso de transición para la entrega del cargo. Por lo tanto, es falsa y mal intencionada la afirmación que hizo en Naciones Unidas al quejarse de intromisión, porque lo que ha hecho la OEA es consecuencia de la invitación que su gobierno les formuló.

En sus informes, la Organización de Estados Americanos no ha criticado de ninguna manera el proceso electoral, entendido el mismo como la celebración transparente de los comicios para asegurar que los ciudadanos pudieran expresar libremente su voluntad y decisión al elegir a sus autoridades. Por el contrario, sus informes sobre ese detalle puntual de la democracia han sido categóricos y elogiosos para el comportamiento de la autoridad electoral y de los ciudadanos guatemaltecos.

Las críticas se dieron después de las acciones de un Ministerio Público que, claramente, interviene en un campo que no le corresponde con acciones penales realizadas ante jueces ad hoc que han ordenado acciones contrarias al estado de derecho. Entre ellas, la suspensión de un partido político, investigado porque se estiró la ley contra el crimen organizado para darle espacio a la FECI en una investigación que no le corresponde, pero que persigue, según lo dicho por ellos mismos, acusar al Presidente electo para que no tome posesión de su cargo.

Los comentarios que han hecho otros países, fuera del marco de la OEA, son tan válidos como los comentarios que Giammattei hace (para quedar bien) sobre Rusia y su conflicto con Ucrania. Ante burdas violaciones de elementales principios de la convivencia, cualquier nación tiene derecho a expresar su opinión y aún a disponer sanciones si lo estima conveniente y se enmarcan en su legislación.

De suerte que el baño de pureza que se quiso dar Giammattei en la ONU se derrumbó con su expresión, ante toda la comunidad internacional, contra “injerencias” inexistentes, porque lo que hay es un esfuerzo mundial por apoyar al pueblo de Guatemala en su defensa del legítimo derecho a elegir a sus autoridades, y sus palabras confirmaron que él está en el bando de Porras y Curruchiche.

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