Guatemala vive horas que son críticas, pero también estamos en medio de lo que puede ser una enorme oportunidad para encauzar al país por un sendero, no solo democrático, sino que rompa el paradigma de que en el país la corrupción sea la gran norma y que nada puede cambiar esa realidad. Paradigma es el conjunto de teorías que se aceptan sin cuestionar y en buena medida los guatemaltecos hemos ido aprendiendo que todos los políticos llegan para robar, realidad que aceptamos ya sin cuestionamientos.
Pero sucede que hubo una amalgama de ciudadanos que, de muy variadas maneras, demostraron que no se resignan ni quieren seguir viviendo en un modelo que tiene como cimientos profundos la corrupción y la impunidad. Muchos lo demostraron absteniéndose de participar en una elección que fue vista como más de lo mismo; otros lo hicieron votando nulo porque no encontraron ningún candidato con posibilidades de darle caravuelta al sistema. Y otros sienten que lo hallaron en uno que no punteaba en las encuestas y cuya campaña no fue estruendosa.
Lo cierto es que ese conjunto de ciudadanos que se manifestaron en esas formas mandaron un mensaje a la sociedad de que sí se puede, si se vale, soñar con un país distinto en el que podamos rescatar la esencia misma de la organización del Estado, es decir el trabajar por el bien común y el desarrollo integral de los habitantes.
Y por ello vivimos un momento que puede ser de esperanza si articulamos acuerdos serios y concretos en los que, como ciudadanos, asumamos compromisos para reconstruir al país.
No es cuestión de quitar al que tiene para darlo al que no tiene nada. Eso no es ni puede ser justicia porque lo que debe buscarse es el bienestar para todos mediante una consistente inversión social (sin robos) en temas básicos de educación, salud, infraestructura y seguridad, que nos ofrezcan a todos la oportunidad de alcanzar nuestras metas con esfuerzo y dedicación en el trabajo. Se trata de acabar con el robo de los recursos que debieron usarse para tales fines y no de empezar una nueva etapa con otra clase de robos.
Por ello insistimos que es un buen momento para que todos los guatemaltecos de buena voluntad, que creen en el potencial que tiene nuestra gente y lo demuestra cuando emigra, nos pongamos de acuerdo para impulsar un desarrollo justo, en el que nadie quede sin la oportunidad de mejorar su condición de vida gracias a su esfuerzo, trabajo y sacrificio, pero contando con las herramientas que el Estado puede y debe proporcionar. Sentarnos a hablar de ese objetivo es hoy más crucial que nunca.