Foto: La Hora/Archivo
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El cuidadoso esfuerzo por tener controladas todas las instituciones del país pasó por la decisión del Congreso de no hacer el nombramiento de magistrados de Salas y de la Corte Suprema de Justicia (CSJ); de esa cuenta, quienes desempeñan los cargos han prolongado sus funciones por casi cuatro años, simplemente porque los diputados se hacen los papos de su obligación. Hoy vemos, de manera categórica, que el plan ha sido efectivo porque esa Corte ordenó al Tribunal Supremo Electoral (TSE) que no vaya a oficializar los resultados de la elección, manteniendo el proceso en el limbo que conviene al oficialismo, empeñado en ignorar la voluntad popular. Es una resolución de trámite con efectos de fondo.

Claro está que también se esmeraron en asegurar que la Corte de Constitucionalidad (CC) quedara integrada con personas sometidas a las decisiones del célebre Pacto que ha empobrecido al país por el saqueo constante y persistente de los fondos públicos. El tema de la Alcaldía de la Ciudad de Guatemala ha sido el pretexto desde el primer día, el mismo 25 de junio, para cuestionar el resultado de la elección a nivel nacional y son varios los partidos que se suman a Vamos, empeñado en anular todo el proceso como se confirma con los mensajes de sus conocidos netcenteros.

Todo gira alrededor de que no les quedaron las dos opciones con las que ya habían pactado el manto de impunidad, el continuo control de la justicia y la tranquilidad para los operarios de la corrupción. Al decirlo de manera tan categórica, el candidato de Semilla generó tantas y tan graves preocupaciones en toda la maquinaria que se puso al servicio del control del Estado, que puso en marcha el plan para buscar la forma de burlar la voluntad popular.

No se imaginaron nunca que la ciudadanía iba a mostrar su hartazgo y siempre creyeron que la indolencia secular del chapín sería un elemento para seguir tranquilamente haciendo micos y pericos, no sólo con los fondos públicos sino con la misma justicia.

Las decisiones de la Corte de Constitucionalidad y de la Corte Suprema de Justicia no pueden causar sorpresa a nadie, pero sí vienen a confirmarle a esa gente que con su abstención, los votos nulos o el apoyo a un partido ajeno a las componendas del oficialismo, que las mentes más perversas están dispuestas a todo por lo que se están jugando.

Mantener la elección en un limbo conveniente para el oficialismo y sus aliados, cada vez más pocos y menos poderosos, terminará poniendo a prueba a una ciudadanía que entiende la trascendencia de lo que pueda ocurrir en estos días y su efecto para sepultar de una vez, cínicamente, la democracia.

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