La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el fin de la pandemia del Covid -19 que, según reportes a enero de este año, había contagiado a 673 millones de personas. Foto La Hora/Archivo

La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el fin de la pandemia del Covid -19 que, según reportes a enero de este año, había contagiado a 673 millones de personas, provocando la muerte a 6.74 millones de ellas, en lo que se convierte en la más grave y mortal crisis sanitaria. El nivel de contagios y las consecuencias marcaron un rotundo cambio en las vidas de prácticamente todos los habitantes del planeta que debieron someterse a regulaciones que alteraron por completo el ritmo de la vida cotidiana.

Los sistemas de salud de todos los países del mundo fueron puestos a prueba y Guatemala no fue la excepción porque salió a relucir la deficiencia estructural de un sistema hecho para robar con la complicidad de sindicatos que, a cambio de incrementos salariales, apañan la corrupción estatal. El primer ministro de Salud de Giammattei tuvo que renunciar ante la evidencia de una incapacidad absoluta. Como dijo Manuel Conde en un foro, el mayor logro de Giammattei estuvo en la inmunización, pero fue exactamente un logro para él porque la vacuna rusa se pagó (¿sin coima?) pero el suministro fue un chiste. El hospital temporal se montó con donaciones.

Oficialmente el gobierno sostiene que se dieron en total 1,227,491 casos de Covid en el país y que murieron 20,196 personas. Por supuesto que esas son las cifras oficiales y ya sabemos que en Guatemala nunca son confiables, en casi ningún campo, no sólo por la tendencia a maquillar datos, sino también por la incapacidad para recolectarlos con base en la realidad.

La pandemia desnudó, trágicamente la deficiencia de un sistema de salud en completo estado de abandono porque desde hace muchos años el Ministerio se desentendió de la salud pública para ocuparse en la facilitación de los negocios alrededor de la compra de medicamentos y suministros. Astutamente pactaron con los sindicatos existentes para incrementarles recursos a cambio del silencio sobre el drama que significa la condición de la red hospitalaria y, peor aún, de lo que debiera ser un sistema efectivo de prevención.

Nunca hubo una campaña de concientización efectiva para informar a la gente de la inmunización y de no ser por las donaciones recibidas no hubiéramos llegado a administrar los poco más de 20 millones de dosis aplicadas, porque el gobierno se limitó a hacer el gran negocio con los rusos.

La pandemia deja a la humanidad una huella imborrable y la advertencia de la fragilidad frente al surgimiento de nuevos virus, lo que debiera obligar a crear modelos más eficientes y efectivos en términos de salud pública, tarea de la que aquí ni siquiera en campaña se habla.

El modelo de corrupción que ha aniquilado el sistema de salud en Guatemala también debe terminar.

Redacción La Hora

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