Joviel Acevedo
Foto de archivo. Joviel Acevedo en la caminata del Magisterio, que inició en el Obelisco y se dirigió a la zona 1. Foto: José Orozco / La Hora.

Ayer, con su tono soez, tan impropio de un maestro, Joviel Acevedo se quejó porque los medios han preguntado a los candidatos presidenciales qué harán con el magisterio nacional cuando lleguen al poder, tomando en cuenta que desde hace ya muchos años es Acevedo quien marca la pauta al Ministerio de Educación, donde se gestiona un patético sistema educativo.

El problema no es de ninguna manera superficial o irrelevante, puesto que no es un simple dicho afirmar que el futuro del país depende de la educación de nuestros niños.

Quienes entienden del problema educativo de Guatemala saben que ofrecemos uno de los peores resultados en aprendizaje, lo cual no se puede achacar al maestro en sí, sino a la política que maneja el Ministerio de Educación.

Y es que se abandonó por completo el sentido de la pedagogía para caer en las redes de un sindicalismo que únicamente exprime los recursos públicos sin que se pueda siquiera discutir un aporte más significativo de los educadores. Los salarios han subido y eso es correcto, es positivo en muchos sentidos, pero lo sería más si el incremento fuera compensado con una mayor entrega.

Está bien que se discutan las condiciones laborales de los maestros, pero dejar el manejo de la política educativa en manos de un sindicato al que le importa un pepino, literalmente hablando, el resultado de la enseñanza, como lo demuestran las pruebas en las que el país sale reprobado, es inaceptable. Y todo porque el sindicato se ha convertido en una fuerza política de respaldo a los gobiernos corruptos y lo vimos ayer cuando, con tanta preferencia que hasta increparon a la prensa, se recibió a Acevedo en la Junta Directiva del Congreso de la República.

Así han sido todas las negociaciones de los pactos colectivos y de las exigencias sindicales. Siempre a puerta cerrada, en secreto para que la población no sepa lo que se habla y lo que se negocia que, tristemente, no tiene nada que ver con la educación de nuestros niños.

No es ninguna inquina contra la dirigencia sindical, es simplemente cuestión de sentido común y decencia preguntar a quienes aspiran a dirigir los destinos del país cómo van a manejar esa situación corrupta que ha salido totalmente de control.

La enseñanza de la niñez es fundamental y quien no se preocupe por ella está ignorando nuestra dramática realidad. Responder a esa interrogante debiera ser la prioridad de los candidatos porque alguno de ellos llegará y sabremos si va con la intención de seguir apañando todo a cambio del respaldo político a la corrupción.

Redacción La Hora

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