La encuesta publicada por Prensa Libre no se limitó a medir la popularidad actual de los candidatos presidenciales sino que también abordó el tema de la problemática nacional, preguntando a los encuestados sobre cuáles son los problemas que más les agobian.
Las respuestas pueden considerarse como predecibles, puesto que se respondió que el alto costo de la vida es lo que más preocupa, así como el tema de la seguridad ciudadana, la corrupción, más la falta de empleo y oportunidades, en ese orden.
La mayoría de la gente se preocupa por el día a día, por el sustento de sus familias y es, comprensiblemente, el problema que más agobia a la ciudadanía, tema que se combina con la ausencia de seguridad ciudadana y el aumento de las extorsiones que afectan a mucha más gente que a los propietarios de la franquicia de Domino’s Pizza.
El tercer problema es la corrupción, que en muchos sentidos es la raíz de los otros agobios que padece el guatemalteco, porque la destrucción del Estado de Derecho no alienta la inversión cuando se sabe que quienes no se suman a los juegos de la mafia tendrán más dificultades. Todo eso se traduce en ausencia de oportunidades y de empleo.
De hecho, el problema económico del país es consecuencia de que no existen políticas serias para resolver las graves inequidades existentes mediante la generación de oportunidades para todos sus habitantes. Todo el aparato del Estado funciona única y exclusivamente para enriquecer a quienes participan de la corrupción y se ha abandonado todo lo que podría generar desarrollo humano, empezando por la educación y la salud.
La seguridad se ha deteriorado desde que, privilegiando la corrupción, se destruyó todo el avance que se dio con la profesionalización de la Policía Nacional Civil y se sabe que el crimen organizado se ha incrustado en muy altos niveles de decisión en el tema de la seguridad. El ciudadano común y corriente paga las consecuencias porque ese retroceso resta efectividad en las políticas de mayor vigilancia y protección, aparte de que el MP está más ocupado persiguiendo a sus propios fantasmas.
El tema es que la corrupción la vemos como un problema secundario porque lo que nos afecta directamente son cuestiones como costo de vida, inseguridad y falta de oportunidades. Pero es indispensable entender que un estado que por corrupto se convierte en fallido, jamás podrá atender esas otras prioridades que asfixian el día a día a la población, como lo reflejan las encuestas.
Sin depurar el Estado para disponer de autoridades comprometidas con el bien común y no con la corrupción, ninguno de los males tendrá remedio.