Enrique Degenhart reaccionó a la publicación que hizo La Hora respecto al contrasentido de ahora hablar de soberanía cuando llegó a Washington, siendo ministro, no solo a firmar el acuerdo contra los migrantes sino también a convencer a Trump de que para asegurar que Guatemala lo aceptara, debía presionar anunciando sanciones económicas.
La Información surge de un mensaje en redes del reconocido periodista Jonathan Blitzer de The New Yorker, en el que informa que varias fuentes señalaron al entonces ministro de hacer el pedido para que Trump aplicara presión contra Guatemala.
Las imborrables escenas de Degenhart firmando los acuerdos bajo el escrutinio prepotente y abusivo de Trump son imborrables, como lo es el calvario que ha sufrido el migrante de muchas partes del mundo, entre ellos el guatemalteco, por esos acuerdos migratorios que persiguen desviar las solicitudes de asilo que se plantean en el marco de derechos humanitarios.
Lo de aceptar el Tercer País Seguro, con todo y el disfraz que se usó para su imposición, fue parte de toda una estrategia del gobierno de Jimmy Morales para que Trump no interfiriera con sus planes para fortalecer un sistema en Guatemala que ya no da para más y que ha venido funcionando en avenidas de corrupción e impunidad.
Nunca se había visto un sometimiento tan extremo y absoluto de nuestra política exterior y por ello es absurdo que ahora Degenhart, como candidato de la alianza que respalda a Zury Ríos, se promocione como adalid a favor de la soberanía.
No se puede negar que supieron jugar con la vanidad del mismo Presidente de los Estados Unidos, quien se sintió halagado de que Guatemala secundara su política respecto al traslado de su embajada a Jerusalén y que, además, se pusiera a la orden para “evitar” que el migrante llegara a sus fronteras.
En las elecciones los ciudadanos tienen derecho a estar informados de lo que son o han sido quienes aspiran a cargos públicos y situaciones como ese contraste entre un Degenhart hablando de soberanía, después de haberse puesto de alfombra de Trump, es importante para los electores.
Sabemos que él no fue ni tan poderoso ni tan talentoso como para crear ese acuerdo, pero sí tan sumiso como para advertir que habría que presionar a sectores de la sociedad guatemalteca para que no se opusieran a la barrabasada.
De lo poco que queda en este proceso electoral tan viciado, es la posibilidad del escrutinio público.