Las elecciones están prácticamente a la vuelta de la esquina y desde el inicio de la llamada “era democrática”, con la elección de la Constituyente de 1985 cuando por primera vez un evento electoral se realizó bajo la autoridad del entonces recién creado Tribunal Supremo Electoral (TSE), nunca se había vivido un proceso tan poco confiable como el actual, caracterizado por la suma de señalamientos que ponen en seria duda la pureza en el manejo del voto.
Recordando lo que significó el manoseo electoral en los procesos de 1974, 1978 y 1982, éste último anulado por un cuartelazo, debemos reparar en el serio peligro que hay por el comportamiento del Tribunal Electoral que deja tantas dudas e inquietudes.
Y es que la simple utilización de raseros distintos a la hora de dejar fuera a candidatos es ya un tema grave, pero a ello se suma que hay demasiadas dudas sobre el nivel de independencia con que opera y la forma en que procesará los datos de la elección.
Creemos urgente que el Tribunal Supremo Electoral haga un alto en el camino para revisar sus actuaciones de manera que se pueda devolver la confianza a una ciudadanía que la ha ido perdiendo de forma absoluta.
Es difícil lograrlo, pero al menos debieran hacer un esfuerzo porque de ello depende el futuro de la democracia en el país, toda vez que cada día es mayor el nivel de rechazo que hay en distintos sectores, de las más variadas tendencias, respecto al comportamiento del TSE.
Revisar sus actuaciones implica romper el cordón umbilical que obviamente existe entre los magistrados y los políticos que los designaron desde el Congreso de la República como parte de ese constante proceso de captura de toda la institucionalidad del país, para ponerla al servicio de perversos intereses.
Hace falta una acción valiente y patriótica para revisar esos “errores” que se ha cometido en el trámite de las distintas candidaturas y los que ya se vislumbran demasiado claramente en cuanto al escrutinio final de la elección.
Tristemente los abusos cometidos por los gobiernos de los años setenta y ochenta del siglo pasado provocaron el surgimiento de una dictadura. Y una perspectiva muy parecida a lo que se vive en Nicaragua es predecible de continuar con ese manoseo burdo de las leyes, aplicando raseros distintos según instrucciones superiores.
Guatemala y los guatemaltecos se merecen algo distinto y los magistrados del TSE aun podrían, si tienen la humildad de reconocer sus garrafales actuaciones, devolver mínimos de confianza a un electorado que cada vez ve más cerca otro fraude aunque con formas distintas a las del pasado.