Hay en Guatemala algunos que siguen creyendo que lo que enfrentamos es un simple pacto que hicieron diversos actores para alentar la corrupción y crear un modelo de absoluta impunidad para evitar castigo legal, para lo cual consolidaron la captura del sistema de justicia, empezando por el PM y llegando a los tribunales que ahora se ocupan de sepultar los casos emblemáticos. En La Hora hemos dicho que aquí se asentó más que eso, pues ya caímos bajo la Dictadura de la Corrupción que se consolida mediante el control absoluto de las instituciones públicas, lo que permite usar todo el poder para oprimir a la población y los hechos nos están dando la razón.
Lo hemos repetido hasta el cansancio porque hasta quienes hicieron el pacto para salvar el pellejo, terminarán sepultados por ese poder omnímodo que crearon y que ahora se siente con el derecho y la autoridad de someter a toda la gente a sus caprichos. Varios de los que pactaron sienten ya el peso de ese feroz autoritarismo que les obliga hasta a cambiar comunicados que desagradan a la dictadura porque, como les tienen la cola machucada, tienen que “ashilotarse el hocico,” como se dice en Guatemala, igual que el resto de la sociedad.
Por supuesto que es natural que la gente sienta y hable de la dictadura cuando los efectos de ese poder autoritario y brutal le afectan directamente, pero desde hace meses que se eliminó el Estado de Derecho, elemento fundamental de cualquier democracia, y caímos bajo las garras de una tiranía muy especial porque no es la de un simple dictador, sino de un sistema diseñado para tener relevos en su cúpula, pero sin que se permita jamás la posibilidad siquiera de que pueda llegar al poder alguien que promueve un cambio profundo.
Media vez se aniquiló el Estado de Derecho, todas las garantías constitucionales salen sobrando porque los entes encargados de protegerlas y hacerlas valer están bajo el control de las mafias. Ahora hasta aquella figura de un magistrado de conciencia que protegiera los derechos humanos o, por lo menos, denunciara las violaciones, desaparece porque la institución cayó bajo el control de la dictadura.
El deporte en el país ha sido viña para mafias desde hace muchísimos años. Y como se juega y roba tanto dinero, la dictadura no podía dejar que los que roben sean otros sino que quiere que esos trinquetes pasen también a engordar sus maletas, produciendo un choque en el que, para variar, el deportista común, como el ciudadano común, terminan pagando el pato.
La dictadura está allí desde hace meses, aunque algunos creyeran que era tan solo un pacto de corruptos.