El título de la novela de Erich María Remarque sobre las atrocidades de la Guerra Civil española cae como anillo al dedo para describir la realidad de Guatemala luego de confirmarse lo que ya se sabía: Que Alejandro Giammattei confirmaría a Consuelo Porras como Fiscal General y jefa del Ministerio Público, ente encargado de la persecución penal en el país y que queda a total disposición del gobernante y su círculo más íntimo para no sólo perseguir de manera espuria a quienes los critican, sino para garantizar plena impunidad a los actores de la corrupción pasada, presente y futura en el país.
Nada ha cambiado y nada podía cambiar porque la hoja de ruta está bien trazada y los comentarios y reacciones de la comunidad internacional les vienen literalmente del norte a quienes la han diseñado y participan con fervor en el esfuerzo. De hecho, la conformación de la lista finalmente enviada por la Comisión de Postulación era ya una confirmación plena de lo que se venía y no hubo la menor sorpresa, ninguna novedad en el horizonte, por más que de manera inmediata se produjera una reacción inusual del mismo Secretario de Estado de Estados Unidos, emitiendo un comunicado muy fuerte sobre el papel que juega, ha jugado y jugará Porras en la destrucción de cualquier vestigio democrático que pudiera quedar.
El aporte de Consuelo Porras a la política del régimen es incuestionable y por lo tanto su continuidad estaba no solo cantada sino que era obligada porque ella ha sabido cumplir los compromisos que fueron adquiridos primero con Jimmy Morales pero reforzados posteriormente con Giammattei y su entorno. Se trata, sin duda, de uno de los elementos principales dentro del diseño de acciones futuras del gobierno y por esa razón era imposible pensar que pudiera haber titubeos de parte de quienes gobiernan y dirigen el rumbo de Guatemala.
Estados Unidos y la comunidad internacional pueden mostrar rechazo y cuestionar la decisión, situación que no altera en nada el curso de los acontecimientos porque internamente no hay acuerdos ni existe consenso social sobre la necesidad de enderezar el rumbo, lo que deja la cancha abierta para que se produzcan las medidas que garantizarán un proceso electoral amañado pero sin contratiempo alguno.
Así como Walter Mazariegos se consolidará en la rectoría aprovechando las luchas y fricciones que hay entre las distintas fuerzas que se mueven en la Universidad, así el próximo proceso electoral permitirá consolidar el poder alrededor de la corrupción que tiene mucho más seguidores de lo que se puede imaginar.