Por Camilo Villatoro
Barrancópolis
—Il bolscevico come fa?
—Non c’è nessuno che lo sa*
Un comunista no puede pensar la historia como una línea de progreso inexorable hacia el comunismo (paraíso fiscal sin distinciones de clase). Un comunista no puede creer en ningún tipo de paraíso; puede imaginarlo e intentar avanzar tanto como pueda en pos de éste, pero es ante todo un individuo consciente de sus limitantes. El paraíso, por supuesto, es una paradoja inquietante, pero la esperanza de los comunistas nunca dispone de terrenos baldíos. Quien imagina la “gran revolución proletaria mundial” como un destino, es tan idealista como el que piensa que se pueden mover objetos con el “poder de la mente”. El poder de la mente sirve más bien para volverte materialista. Ser materialista en tiempos en que la teoría cuántica y la relatividad general dieron paso a la tecnología de sincronización satelital de relojes, significa tener consciencia de que la materia y la energía comparten las mismas propiedades fundamentales (como demuestra la célebre ecuación de Einstein “E=mc2”), y que las manifestaciones de la materia son relativas a su escala. La escala de los electrones es una cosa, y la escala de la percepción humana del mundo físico es otra. Tanto que para la condición humana, fenómenos como el “movimiento” y la noción del “tiempo”, son realidades, pero en términos estrictamente físicos, son ilusiones.
Lo que le da estabilidad y coherencia a nuestro sistema de la percepción de la realidad son las ilusiones. Los cerebros humanos están programados, constituidos orgánicamente, para ver la realidad física de forma completamente ilusoria. Si en lugar de movernos como seres vivos del planeta Tierra viajásemos a la velocidad de la luz, veríamos el mundo físico detenido, inmóvil, estático.
Marx vivió y murió en el siglo XIX, lo que explica su ignorancia acerca de la teoría cuántica, de la relatividad general y de las relaciones sociales cibernéticas. Más allá de las certezas que heredó a la humanidad, como la ley del valor (todavía vigente) y demás aportes a la teoría económica de los que hoy sólo los tecnócratas neoliberales e imitadores pueden sacar provecho –¡Nadie sabe para quién trabaja!–, su mayor logro científico fue de carácter metodológico. Se adelantó casi un siglo a otro judío alemán que ampliaría nuestras nociones rudimentarias del universo. Sabía de relatividad. Su escala no era la de los fotones, ni la de la constitución química del cerebro humano –era consciente de las limitaciones técnicas de su tiempo–. Su escala material eran las relaciones sociales, y no cualesquier relaciones sociales, si no las asumidas dentro del capitalismo en ciernes del siglo XIX. Antes que comunista, era un materialista como pocos.
Pero ser materialista no implica ser necesariamente comunista. Un comunista no puede guardarse un descubrimiento científico para su beneficio y el de sus afines. Comunista es quien democratiza el conocimiento. Todo comunista se caracteriza por apoyar de una u otra forma procesos políticos que beneficien el bien común.
Para beneficiar el bien común, ante todo hay que tener sentido común. Un comunista, por ejemplo, es feminista no por otra cosa que por sentido común, en tanto se entienda que el feminismo trabaja por la igualdad de derechos de toda la especie, y si se puede, de las demás especies, lo que en términos discursivos es una redundancia retórica que solo tiene importancia en esta etapa de la historia humana donde la emancipación del género femenino parece avanzar sin detenerse (¡Para bien!). Otro ejemplo de sentido común es la noción de que el trabajo colectivo facilita la resolución de problemas cotidianos; cómo se organice ese trabajo colectivo es otra cosa…
Como los comunistas hacen alarde de sentido común y de explicar el mundo científicamente, cuales materialistas que son, suelen resolver los problemas de acuerdo a las prioridades, y las prioridades siempre dependen del contexto. Un buen comunista sabe resolver en el momento la eterna paradoja entre lo abstracto y lo concreto. Pertenece a lo abstracto la tendencia a relativizar toda aplicación del conocimiento. Pertenece a lo concreto la tendencia a resolver, en forma de acciones o decisiones inmediatas, la inercia de los factores materiales en pleno desarrollo. Esa diferencia ilusoria entre lo abstracto y lo concreto solo es posible en tanto que nuestra condición humana hace diferenciaciones, en términos absolutamente mentales, para garantizar la estabilidad y coherencia de nuestra percepción de la realidad, lo que en palabras simples llamamos “cordura”.
Todo concepto humano es una ilusión compartida mediante el lenguaje. El progreso es una de las ilusiones más convencionales. El progreso, como cualquier concepto, es relativizable, como bien ejemplifica el siguiente pasaje de cuyo autor no recuerdo el nombre: “Todas las cosas que nos decían sobre el comunismo, que nos quitarían nuestras propiedades, que seríamos condenados a trabajar en condiciones de esclavitud y demás oprobios, terminaron siendo reales en el capitalismo”.
Marx pensó en un progreso de la historia por etapas, luego rectificó ese error en algún texto. Si esa idea hoy nos parece marxista, es porque buena parte de sus seguidores se dedicaron más a la praxis política sin poder explicar primero la realidad. Marx supone la prueba histórica de que alguien se puede equivocar y seguir teniendo razón en lo fundamental.
Lo que significa ser comunista puede resolverse mediante una paradoja: el comunismo es ilusorio, pero los comunistas existen; parte de su existencia radica en imaginar que son comunistas.
PREGUNTAS FRECUENTES:
¿Por qué Marx es economicista?
Una cosa básica para la sobrevivencia de un mamífero humano es el alimento. El humano trabaja para conseguir alimento, así como las jaurías de perros salvajes cazan para alimentarse. Marx observa cuáles son las relaciones sociales que se dan en torno a la satisfacción de las necesidades de la especie, entre ellas las más importantes, las que los mantienen con vida. Llamar a Marx economicista es llamar a la humanidad, y a las demás especies, economicistas.
¿Los comunistas odian a las clases dominantes?
Un comunista no puede odiar o tener enemigos, concentra su energía mental en resolver problemas estructurales. La clase dominante hace lo mismo: concentra sus energías mentales en mantener el statu quo. Son inteligentemente pragmáticos.
¿Fue Jesucristo un comunista?
Como una sentencia anacrónica y emocional para acercar posibles adeptos a las ideas comunistas, sí. Científicamente hablando, todo es posible en tanto se encuentren evidencias arqueológicas de su existencia (aún en búsqueda). Está científicamente comprobado que para ser comunista primero hay que SER.
¿Qué lugar ocupan las emociones en la explicación materialista de la realidad?
Las emociones sirven para emocionarse. En otras palabras: ocupan un lugar primordial.
*“— ¿Cómo hace el bolchevique? —No hay nadie que lo sepa”. El estribillo original es de una canción deliberadamente infantil: Il coccodrillo come fa? Non c’è nessuno che lo sa (¿Cómo hace el cocodrilo? No hay nadie que lo sepa)
Camilo Villatoro (1991-…) es un impopular escritor iconoclasta y satírico nacido en México, pero de identidad guatemalteca. A falta de currículum de publicaciones o méritos de cualquier tipo, inventa patrañas cuando de describirse en estos espacios se trata. Prefiere eso, al patetismo de decir que es “un comunicador persistente en redes sociales”, lo cual es verdad pero a nadie le importa.