Por KATHLEEN HENNESSEY y JOSH LEDERMAN,
WASHINGTON
Agencia AP
En un momento que lleva gestionándose siete décadas, el presidente Barack Obama será el primer presidente estadounidense en funciones que visite Hiroshima, donde Estados Unidos lanzó una bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial, diezmando toda una ciudad e incorporando al mundo a la Era Atómica. Obama no pedirá una disculpa, aclaró la Casa Blanca.
La Casa Blanca anunció la visita, que se realizará este mes, en un comunicado el martes por la mañana, diciendo que Obama hará la visita junto con el primer ministro japonés Shinzo Abe.
La visita de Obama «pondrá en relieve su continuo compromiso de buscar la paz y la seguridad de un mundo sin armas nucleares», dijo el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest.
La visita del presidente era esperada por muchos desde que el secretario de Estado John Kerry visitó Hiroshima en abril. El diplomático recorrió el museo de la paz con otros cancilleres del Grupo de los Siete y participó con ellos en un servicio conmemorativo anual, a un paso de donde cayó la bomba.
El alcalde de Hiroshima calificó la próxima visita de Obama como «una decisión valiente basada en conciencia y racionalidad» y agregó que espera que Obama tenga oportunidad de escuchar las historias de los sobrevivientes. También expresó que la visita debería ser «un primer paso histórico hacia un intento internacional por abolir las armas nucleares, que es el deseo de la humanidad».
El ataque de Estados Unidos a Hiroshima del 6 de agosto de 1945, en los días finales de la Segunda Guerra Mundial, dejó a 140.000 personas muertas. Aunque atemorizó a generaciones de japoneses, muchos estadounidenses consideran que el bombardeo, junto con otro del 9 de agosto en la ciudad de Nagasaki a kilómetros (millas) de distancia, aceleró el fin de la guerra. Japón anunció el 15 de agosto que se rendiría.
Puntos de vista distintos sobre una acción que cambió por siempre la guerra han hecho que una visita de un presidente estadounidense en funciones sea una medida cuestionable y políticamente riesgosa. Tomó más de 65 años para que un embajador de Estados Unidos asistiera a la ceremonia anual.
Aun así, grupos de sobrevivientes japonenses y defensores antinucleares han continuado presionando a funcionarios de Estado Unidos en el tema, en un intento para ilustrar la devastación de las armas nucleares. En Estados Unidos, algunos funcionarios temen aún que una visita de este tipo pueda percibirse como una disculpa por un acto que se considera que salvó vidas de estadounidenses.