Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

Los chapines somos muy dados en echarle la culpa de lo que nos pasa a otros, cuando lo primero que debiéramos hacer es preguntarnos si tenemos o no alguna responsabilidad. Hay que oírnos la boca criticando al diputado Juan Manuel Giordano por su pésimo comportamiento, pueriles actitudes, hasta llegar a exigirle que renuncie o rebuscar leyes para ver si se le puede despedir. Pero, ¿culpa de quién fue haberlo llevado al Congreso como a tantos más que definitivamente no llenan los exigibles méritos constitucionales de capacidad, idoneidad y honradez? La culpa es nuestra y solo nuestra, porque no atendimos o nos importó poco la urgente necesidad de reformar la Ley Electoral y de Partidos Políticos, en el afán de lograr que en adelante quienes resultaran electos diputados, fueran realmente nuestros representantes y no solo producto del corrupto proceder de los partidos políticos.

Ni uno solo de los 158 diputados se escapa de lo dicho en el párrafo anterior. Todos llegaron a ocupar su curul un fatídico 14 de enero de 2016, de la misma manera como se venían eligiendo diputados desde el año 1985. ¿Qué podíamos esperar entonces, que llegaran a trabajar en pro de los derechos de la ciudadanía, a mejorar el sistema de gobierno democrático y republicano, a cumplir sus labores de fiscalización para evitar tanta desorganización, mal funcionamiento y corrupción en la administración pública? No, definitivamente que no. Llegaron electos con el mismo sistema, con las mismas mañas y con las mismas malas artes de sus antecesores. ¿Podíamos entonces esperar ver cambios sustanciales, seguir igual o peor de como habíamos estado? Lo último era lo obvio.

De ahí mi insistencia por luchar denodadamente por cambiar la raíz de nuestros problemas electorales. Usted, yo y todos nuestros conciudadanos tenemos el sobrado derecho de sugerir y hasta postular candidatos para que sean nuestros legítimos representantes y que no sigan llegando personas al Congreso que solo en su casa y a la hora del almuerzo los conozcan, como que puedan demostrar ser capaces, idóneas y honradas. No, no es mucho pedir y estoy completamente seguro que de sobra existen más de 158 personas que gozan de tales méritos. ¿Entonces qué estamos esperando? Lo único que falta es decisión, energía y ganas de sacar adelante al país. Si ya no podemos cambiar al actual Congreso, entonces hagamos solidariamente la lucha para que no se vuelva a repetir dentro de cuatro años la misma cantaleta. Solo partiendo de una reforma electoral a fondo podremos resolver prioritariamente la integración del Congreso y lo demás vendrá por añadidura, especialmente que por fin se pueda fiscalizar la administración pública, como el manejo honesto y racional de los recursos públicos.

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